lunes, 31 de agosto de 2009

ADN de Comisario Antúnez - Cerdá

image Algunos de estos cuentos han recibido reconocimientos en diversos certámenes.

“El Comisario Antúnez” integra la antología Nueva Literatura de Habla Hispana 2006 de Editorial Nuevo Ser, producto de un certamen internacional.

El cuento “Avaricia” es parte de la XXXIII antología Latinoamérica Escribe, concurso hecho por Editorial Raíz Alternativa, 2007.

También de la serie “El Comisario Antúnez”, “Bolas de Oro” e “Inocencia” son parte de la antología Letras y Voces 2008, Editorial Nuevo Ser.

La serie “Cuentos Australes” obtuvo el segundo premio en el Concurso de Cuentos “Homenaje a Julio Cortázar” realizado por la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Santa Cruz” en el año 2004.

El autor publicó la novela corta “Palenque. Morir lejos del Parque Nacional”. Editorial Esquel, 1995, y tiene inédita la novela “Caldén (El Guardaparque)”

EL COMISARIO ANTÚNEZ

ADN

El caso estaba casi liquidado.

Con la ayuda de una Brigada de la Jefatura Central, la Policía del pueblo había recuperado el dinero robado en el Escritorio de la acopiadora de frutos del país. Una cifra considerable traída por gente de la Casa Matriz para pagar la venta de la zafra lanera de cuatro establecimientos, uno de ellos propiedad de la familia del Gobernador.

El robo había sido perpetrado la misma noche que llegaron los tres que transportaron el efectivo desde la capital provincial y, pueblo chico, avisado a la madrugada, el Oficial del Destacamento enseguida cerró los tres caminos de salida y tramitó la llegada de la Brigada de Investigaciones que –pese al camino con “planchones de escarcha y sectores con nieve volada” según el parte de Vialidad- se presentó antes del atardecer.

El ladrón, intimidado, dejó la plata la noche siguiente en un plástico, en la puerta del Escritorio. Pero, de su identificación nada había debido a la falta de huellas y rastros contundentes.

Antúnez, vísperas de su cumpleaños, andaba por ahí festejando anticipado. Sólo se dio por enterado y dejó hacer a su gente y a la Brigada.

* * *

- El asunto de la gota de sangre nos interesa, mi Comisario. –el Jefe de la comisión policial- Es claro que el ladrón tendría alguna lastimadura. Así que levantamos la muestra para ver de hacer la prueba del ADN...

- ¿De qué?- Antúnez

- ADN, se lo compara con la sangre del sospechoso y, si resulta igual, ya lo tenemos.

- Ahá... conque ADN... mirá vos... ¿Y quién es el sospechoso?

- Ahí está el problema. No lo tenemos. O, dicho de otra forma, son todos los que estuvieron allí. Nadie sabía, aparte de los del Escritorio y los que trajeron la plata, que los billetes quedarían allí antenoche.

- ¿Y yo? –el Comisario- Yo también estuve. Fui a buscar un cuadro que me mandó de regalo un milico que tuve a cargo en una Comisaría de la capital.

- Disculpe, pero Ud. está descartado... se lo pasó hasta ahora en ése lugar que... sin cuestión alguna a su conducta lo digo, no es precisamente de los que cierran de noche.

- ADN... está bueno cómo la ciencia facilita las cosas... así que encontrar el ADN es igual que encontrar al ladrón... y con una gota de sangre, nomás... ¿Y ya les sacaron sangre a todos?

- Nooo... hace falta orden judicial y eso lleva tiempo, por más que un tercio del dinero sea de la familia del Gobernador.

- Qué cosa, che... –Y, a su segundo- ¡Oficial!... Me los citás a todos los que estuvieron anteayer en el Escritorio desde la llegada de la plata. Y que no se diga nada del asunto de la sangre.

* * *

Antúnez acomoda su abundante peso en el sillón de su oficina, rascándose la barriga, y sus ojitos negros estudian a los presentes: el administrador del Escritorio, su ayudante de cuentas, el chofer y mandadero, y los tres que habían traído los fondos.

- ¿Qué les pasó en las manos y las muñecas, que las tienen todas rayadas?- a dos de la Casa Central.

- Tuvimos que poner cadenas porque nos encajamos, -responde uno- y entre arrancar matas para meter bajo las ruedas y poner las cadenas que hubo que atar con alambre porque, como siempre, nunca están las bandas de goma para ajustarlas...

- ¿Y Ud. no ayudó? – al tercero, que tiene las manos sanas.

- Alguien tiene que manejar...

- Ahá... -mira ahora al chofer y mandadero- ¿Y a vos qué te pasó, que tenés raspado el brazo?

- Y, después de todos sus convites en el bar de Doña Lela, al salir le erré al portoncito y me enganché con un tornillo.

- Ahá... – al administrador, ahora- ¿Por qué tenés el dedo vendado?

- ¿Desde cuando te interesa la salud ajena, digo?... me pegué un tajito probando el filo del cuchillo. Supongo que harás el asado de cumpleaños ¿no?

- ¡Cierto! - Antúnez, como sorprendido en falta.

- Disculpe, Comisario, -el chofer de los pagadores- ¿nos citó nada más que para ver cómo estamos?

- No. Acá, el Inspector, les va a explicar lo de la sangre y la relación con ADN...

El Jefe de la Brigada habla sobre la única posible pista existente para hallar al ladrón.

- ¿Terminó? – Antúnez- Bueno, vamos a festejar mi cumpleaños. Deje la maleta con sus chirimbolos y su gota de sangre acá sobre mi escritorio, vaya con su gente y dos de mis milicos a preparar el quincho, y a conseguir algún capón gordo como para el asador ¡y bastante vino tinto!. Están todos invitados.

- Mi Comisario –El Oficial del Destacamento- ¿le aviso también al Intendente y a los de siempre?

- No. Vos no hagás nada más de lo que yo te digo. Vení que hablamos.

- Perdone, mi Comisario –uno de la Jefatura Central- ¿Qué le pasó en la uña del pulgar izquierdo?

- Sos vivo, vos también. Me la rompí de un martillazo colgando el cuadro de Moria Casán que me mandaron de regalo. –Mirando la enmarcada fotografía, al costado del General San Martín.

* * *

La tarde se torna gris y ventosa, lo que la hace sentir más helada.

El quincho, ubicado en la salida trasera del Destacamento, está templado. Hay picada de variados fiambres, el capón chorrea grasa en el fogón, y los invitados y todo el personal policial local le dan al tinto. Ni la guardia queda sin participar del asado.

Antúnez, en su despatarrado sillón, parece adormecido. Cada tanto, musita:

- ADN, ADN... ¿Cuál?

Compadecido de su preocupación, el Jefe de la Brigada le dice:

- No se haga mala sangre, apenas consigamos la orden de juez les hacemos sacar sangre y esto se resuelve.

- Ahá. Y mientras eso pasa, el ladrón se va a vivir a la China -responde bostezando el gordo, a quien los tragos parecen estarle pesando más que los años que cumple-... pero ADN, eso seguro... seguro que ADN...

- A no avivarse –el Oficial- menos el del cumpleaños, una vez cada uno tiene que ir a llenar la jarra al patio.

- ¿Por qué no traemos las damajuanas acá y nos dejamos de viajar?- uno de los comensales foráneos- ¡Afuera está helando!

- Porque al Jefe le gusta el vino frío, y lo tomaremos frío. Es su cumpleaños. Si no le gusta, no tome, pero igual acarrea cuando le toque su turno.

Las salidas al patio a llenar el jarro son a velocidad olímpica, pero con la abundancia de la comida y del trago, al rato ya ni se habla del robo y todo el mundo se siente chistoso. Las corridas al frío exterior a reponer bebida son parte de la farra.

A la hora del truco Antúnez ronca ruidosamente, pero a nadie le importa de su vida.

Cuando todos se van, él queda en el sillón, al calorcito del fogón.

* * *

A primera luz del día entra el Cabo de Cuarto, a los gritos.

- ¡Jefe, Jefe! ¡Desapareció el maletín de su escritorio! ¡Salió el Oficial con los otros a buscarlo y estaba ahí nomás, del otro lado del paredón!... Lo habían revoleado abierto y con el viento se desparramó todo lo que tenía...

- Ahá... y la sangre de ADN también -Antúnez, bostezando y refregándose sus pequeños ojos- ¿Y no estuvo cerrada toda la noche la puerta del frente?

- Sí, mi Comisario. Todo como usted ordenó.

- ¿Y el portón de acá atrás, mientras comimos?

- ¡También! Hicimos lo que nos dijo… pero igual, si entraba alguien lo íbamos a ver. La luz de la maroma estaba prendida.

- Ahá. Decile al Oficial que me traiga a todos los del asado.

Sin moverse del quincho, Antúnez mira a los presentes. Brillan sus ojos renegridos.

Todos tienen signos de haber dormido poco. No han pasado tres horas desde que terminaron la fiesta.

- No eras de los que más tomaba, ¿de dónde ésa facha?- mirando a uno de la Casa Matriz.

- Me cayó mal el capón- responde con cara de muerto- también, con el frío...

- ¿Sufrís del hígado?

- Nooo, esto fue por el frío. Con su antojo de que salgamos a buscar vino afuera ¿qué se puede esperar?... Un tecito y me compongo.

Antúnez, echado en el sillón, pasea la mirada por los presentes murmurando: “ADN... ADN...”

- Sí –dice por lo bajo el Jefe de la Brigada- al diablo la única prueba posible para hallar al ladrón.

- ADN... ADN... y el ladrón es éste pícaro al que le cayó mal la comida.

- ¡Me está acusando en falso, Comisario!

* * *

- ¿Cómo se dio cuenta, Jefe?- el Oficial

- A ése le cayó mal el capón porque se le enfrió la espalda durante la comida. De todos los que acarrearon vino, fue el único que tomó frío. Quiere decir que fue más lejos: cruzó el patio, sacó el maletín y lo tiró por sobre el muro mientras volvía.

- ¿Y la sangre?

- ¡Qué sé yo! Como dijo el de la Brigada, el ladrón era Alguno De Nosotros, los lastimados, así que había que darle espacio para que eliminara la prueba que lo podía acusar. ¡No íbamos a estar esperando una orden judicial para andar sacando sangre!... Bueno, me voy a lo de Doña Lela... al final, me pasé mi cumpleaños trabajando y todavía tengo que festejar.

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