lunes, 31 de agosto de 2009

…Fue un adiós? - Bommecino

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Cuento Corto

Hugo Bommecino - Mendoza

¿FUE UN ADIOS...?

Llegó más temprano de lo que debía al Aeropuerto Internacional. Llevaba poco equipaje, por lo que hizo los tramites de Migraciones e ingresó a la sala de Embarque. Observó su reloj y disponía de más de una hora y cuarenta minutos para que lo llamaran al anunciar la salida del avión en que viajaría.

Tomó asiento en una de las butacas que había en la mencionada sala de espera. Eligió ese lugar ya que tenía una visión del movimiento de los pasajeros que salían de viaje. Dejó su bolso en una butaca, al lado de la suya y mantuvo en su poder la pequeña notebook. Tenía miedo de que se la robaran o que se olvidase de ella. Era un elemento de trabajo que lo acompañaba siempre. Cruzó las piernas y quedó a la espera de que pasara el tiempo que le quedaba para abordar el avión. No habían pasado ni siquiera cinco minutos cuando fijó su vista en la butaca que estaba cerca de él, en la cual yacía un libro envuelto en un pedazo de papel. Le llamó la atención, pero no atinó a hacer nada. Esperó casi media hora y cuando observó a una dama del personal de limpieza que venía recogiendo la basura de los contenedores, se puso de pie y se apoderó del libro. El diario que lo envolvía estaba escrito en idioma francés. Leyó el título: La nuit des temps (La noche de los tiempos), restándole importancia al autor. Seguidamente lo ojeó. Estaba escrito en francés y como algo comprendía del idioma, pensó que podría leer y entender un poco y se alegró por ello, ya que no tenía nada para hacer mientras durara el vuelo.

Le resultó fácil entender lo escrito y cuando dio vuelta la página número cinco, al pasar a la número seis, no podía creer lo que estaba escrito atravesando uno de los márgenes. Lo leyó varias veces y llegó a la conclusión de que había sido intercalada entre las letras, una dirección de correo electrónico. Alguien había jugado o quizás guardado la misma allí. Luego fue llamado a embarcar y guardó el libro en el bolso.

Una vez que el avión decoló, descifró lo escrito, pero estaba algo borroso el final. Pensó en dejarlo. Temía que fuese otra clase de mensaje. No se entendía bien, pero de todos modos, ojeó el libro en su totalidad y casi a final encontró un poema de Pablo Neruda, titulado “Ausencia”, al cual había leído alguna vez. Había sido modificado en parte, quedando redactado así:

Apenas te he dejado, vas en mí, cristalino y tembloroso, o inquieto, herido por mi misma y colmado de amor, como cuando tus ojos se cierran sobre el don de la vida que sin cesar te entrego.

“Yo”

Le llamó la atención. Hacía poco que había terminado su noviazgo con Camila, a quien le había jurado que respetaría su deseo de llegar virgen al matrimonio, pero la vida fue más cruel de lo que pensaba y fue ella la que rompió la promesa, quedándose con su mejor amigo y esperando un bebé que él estuvo dispuesto a engendrar. Por eso, por momentos pensó que podría tratarse de Camila pero desechó la idea, ya que sabía que ella no era adicta a los poemas.

Dado a que el viaje duraría unas tres horas hasta el destino final, se acomodó para dormitar un poco, sin dejar de pensar en el mensaje.

Al día siguiente, cuando estaba en su casa, se dirigió hasta la orilla del lago que había cerca y comenzó a redactar un mail para enviar a la dirección de correo electrónico que había rescatado del libro y para ello buscó uno de Pablo Neruda. Encontró el referido “Ausencia” y aprovechándolo, escribió la continuación del poema que decía:

Estimada Yo:

Amor mío, nos hemos encontrado sedientos y nos hemos bebido toda el agua y la sangre, nos encontramos con hambre y nos mordimos, como el fuego muerde, dejándonos heridas.

“El otro”

Cada vez que consultaba al correo, su mensaje resultaba rechazado por un error. No se dio por vencido y siguió enviando el mismo mail cambiando el final de la dirección que tenía, que era donde se indicaba la falla. Después de muchos intentos, le quedaba probar con la última letra del abecedario que le quedaba. Al día siguiente, después de darse un chapuzón en el lago, miró si tenía correo y se encontró con una respuesta que lo dejó estupefacto:

A “El otro”:

Pero espérame, guárdame tu dulzura, yo te daré también una rosa.

“Yo”

Bruno no dejaba de estar sorprendido por la respuesta recibida. Pensó en que quizás la mujer que se identificaba como “Yo” estuviese jugando con él. Se recostó sobre el césped y sus pensamientos giraron en torno al contenido del poema y luego de estar largo rato allí, llegó a la hipotética conclusión de que la mujer, si no estaba jugando, era posible que estuviera pidiendo auxilio. Él se encontraba en Chile y la mujer residía en Perú, cosa que dedujo al buscar las letras finales del mail en un libro que tenía sobre Correo Electrónico.

Al día siguiente pensó en la situación planteada y le envió el siguiente mensaje::

Estimada Yo:

Tú que dices ser Yo, estás tan lejos de mí, que creo que nunca te conoceré, pero tengo los medios para que mantengamos una conversación a través de nuestras PC. No hagas nada que te lastime, aunque si lo haces no tendrás medio alguno en la oscuridad de la eternidad para llegar a mí. Espero tu mail.

“El otro”

Pasaron quince días sin recibir noticias de la misteriosa mujer, que no sabía nada de ella, solo que se apodaba Yo. Buscó en el libro de Pablo Neruda y escribió del poema: “Mujer, nada me has dado”, lo siguiente, modificando algunas palabras:

Estimada y desconocidaYo:

Nada me has dado y para ti, mi vida deshoja su rosal de desconsuelo, porque ves estas cosas que yo miro, las mismas tierras y los mismos cielos, porque la red de nervios y de venas, que sostiene tu ser y tu belleza, se debe estremecer al beso puro del sol, del mismo sol que a mí me besa.

“El otro”

Bruno envió el mail y se fue a la Facultad. Estaba feliz por lo que le estaba sucediendo y se propuso mantenerlo en secreto. Todos le preguntaban sobre su estado de euforia y deducían, ante su negativa de hablar sobre ello, que se había reconciliado con su novia. Las horas pasaban lentamente y mientras tomaba apuntes y escuchaba a los profesores de las distintas cátedras, llegó la hora de salida y se fue a su casa lo más rápido que pudo. Agitado, frente a la PC titubeó en bajar correo. Temía que no hubiera respuesta alguna, pero entre todos los que habían, sí se encontraba el de ella y que decía:

Estimado desconocido “El otro”: Hombre, nada te he dado y sin embargo a través de tu ser siento las cosas: estoy alegre de mirar la tierra en que tu corazón tiembla y reposa.

“Yo”

Bruno iba entendiendo el juego de la mujer y se apuró en contestar:

Estimada “Yo”:

Ya ves, noche estrellada, canto y copa en que bebes el agua que yo bebo, vivo en tu vida, vives en mi vida, nada me has dado, pero todo me lo debes.

A continuación y para no mezclar, dejó una línea de espacio y agregó:

Estimada y desconocida Yo: no quiero que así terminemos, todo me parece que llega a su final y aunque no logremos conocernos, al menos debes saber quien te escribe y al igual quiero saberlo yo, porque tú que dices ser “Yo” y yo que digo ser “El otro”, tenemos un nombre. Soy Bruno y esto te lo dedico a vos: ¡Oh mujer –de carne y sueño-, ven a encantarme un poco, ven a saciar tus copas de sol en mi camino: que en mi barco amarillo tiemblen tus senos locos y ebrios de juventud, que es el más bello vino!

Bruno.

Ella le respondió dos días después:

Estimado Bruno:

El vino es bello porque nosotros lo bebemos en estos temblorosos vasos de nuestro ser que nos niegan el goce para que lo gocemos. Bebamos, nunca dejemos de beber.

Carla.

Bruno, a sabiendas del juego, se regocijó al decirle:

Querida Carla:

Nunca, mujer, rayo de luz, pulpa blanca de poma, suavices la pisada que no te hará sufrir. Sembremos la llanura antes de arar la loma. Vivir será primero, después será morir.

Bruno.

La respuesta llegó rápidamente.

Querido Bruno:

Y después que en la ruta se apaguen nuestras huellas y en el azul paremos nuestras escalas –flechas de oro que atajan en vano las estrellas-, Oh Bruno, hacia dónde te llevarán mis alas!!!!! Por siempre Adiós.

Yo... Carla.

Para Bruno fue como que le decían que algo se acercaba a la inminente amistad virtual que había nacido entre ellos. Y fue así, ya que pasaban y pasaban los días y en vano esperaba respuesta a los distintos mensajes que le enviaba a Carla, los que se fueron acumulando, hasta que el silencio rompió los deseos de Bruno de estar en contacto con su amiga.

Fue un mutismo que no lograba entender el origen. Se preguntaba si habría sido el culpable, pero no encontraba espacio donde dejar guardadas las respuestas que él mismo se daba.

Llegaron las fiestas de Navidad y Año Nuevo. Fue la oportunidad esperada. Bruno preparó una tarjeta y la adosó al mail que decía:

Querida Carla:

Soy un libro que espera, una espaciosa mano, una pradera y en el círculo de espera, te deseo ¡Felices Fiestas!

Bruno.

El ilusionado muchacho, cuando abrió esperanzado el correo, se encontró con un mensaje, el que había esperado durante meses:

Bruno: ¡Felices Fiestas! Todo pasó, ya se apagó la nube navegante. Gracias por ayudarle a emprender el viaje.

Enriqueta (mamá de Carla)

Para Bruno fue la noticia más triste que hubiera pensado recibir. Deambuló por la orilla del lago. Lentamente fueron apareciendo las imágenes del encuentro que había ideado tener con Carla, pero lamentablemente ella no lo podría hacer. En las noches miraba hacia el cielo, buscaba una estrella e imaginaba que era Carla. Tiempo después viajó al Perú a conocer las ruinas de Machu-Pichu y saludó a la madre de su virtual amiga y dejó sobre la lápida donde indicaba estar el cuerpo de Carla, una rosa y una plaqueta que decía: Carla:“Amé, fui amado virtualmente, el sol acarició mi faz, Vida –refiriéndose a ella- nada me debes, vida estamos en paz..

BRUNO.

Se persignó, dio media vuelta y emprendió el viaje de vuelta a casa pensando si lo vivido había sido un Adiós.

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