sábado, 10 de octubre de 2009

Desarraigo - Sacamata

sacamata

DESARRAIGO

Del libro “Linaje Sacamata”

Carlos Sacamata – Comodoro Rivadavia - Chubut

La Patagonia recibe su nombre de sus habitantes autóctonos, Patagones, como los llamó Pigafetta. Por lo tanto ellos, los Aóni Kenk al sur y los Gününa Küna al norte, son los habitantes originarios de la Patagonia. Con la llamada Campaña del desierto, los pueblos que habitaban las actuales provincias de Buenos Aires y La Pampa y el norte de Río Negro y Neuquén son corridos por el ejército; algunos trasponen la cordillera reingresando a Chile, otros, los que poseían también sangre tehuelche por entrecruzamiento, como los manzaneros de Sayhueke, Foyel e Inacayal, se internan en el oeste del Chubut. Menos suerte tuvieron aquellos que fueron tomados como mano de obra, dispersos más tarde en provincias norteñas.

Brutalmente desarraigados de su tierra, cambiaron sus nombres, sus costumbres, su cultura. Uno de ellos fue Santiago, joven por esas fechas, que luego de escapar de la encerrona milica apareció cerca de la frontera con Brasil. Después estuvo cinco años en Paraguay donde aprendió a hablar guaraní, a tal punto que se enojaba en dicho idioma.

Don Santiago era un hombre alto, corpulento, jovial, no le gustaba pelear pero llegado el caso no rehuía a la provocación. Volvió a la Argentina, trabajó en el campo, construyó una casa, una familia y a la larga adquirió un campito cerca de un murmurante arroyo. Estando en el Paraguay, don Santiago se acostumbró a la bebida fuerte, gran bebedor de ginebra, amigo del asado que devoraba con placer, fue creciendo en años que lo tranquilizaron, aunque de tanto en tanto bajaba al pueblo para compartir otros momentos con sus vecinos.

Nadie recuerda el porqué de la tomada de pelo, el asunto fue que se rieron de él y se le despertó la bronca. ¡Quería pelear! Le sacó el cabezal a su caballo que salió revoleando el freno por el aire; entró a la iglesia en busca de los burladores, pegó tres fortísimos sapucay mientras saltaba y gritaba ante los presentes profiriendo vaya uno a saber qué cosas en guarany. El caballo, al verse suelto, comenzó a seguirlo y asomó la cabeza por la puerta de la iglesia para ver si estaba su dueño... y entró nomás.

Don Santiago, para completarla, había dejado huella en una famosa pelea con un brasilero al cual le había propinado una paliza que trascendió por lugares circunvecinos.

Esta era una cuestión de nunca acabar. La costumbre brasilera, por lo menos en ese lugar de frontera, era buscar venganza; podía o no haber un difunto, pero el día menos pensado alguien podía llegar con intenciones aviesas. Don Santiago había adquirido fama de domador y soguero. Pasaba el tiempo entre leznas, sobando cueros, cortando y tejiendo lonjas, haciendo arte con bellísimos cabezales, riendas, cabestros y todo lo imaginable en soga, hasta que una mañana aparecieron en el lugar tres jóvenes parientes del brasilero en cuestión. La visita presagiaba problemas. En pocas palabras pusieron las cosas en claro: venían a cobrar venganza. Don Santiago no se inmutó, pero para concluir de una vez por todas con esa costumbre, dijo: "Esta vez será a cuchillo, contra los tres".

Los jóvenes alegaron no tener armas encima y Santiago señaló un tablero colgado de un tirante de madera donde, cuidadosamente envainados, se veía una variedad de cuchillos.

—Agarren el que más les guste —dijo, y agregó—. Será a muerte, el que caiga no se levantará más... Al salir del cobertizo manoteó al pasar el cuchillo caronero y marchó hacia la luz del patio. Al darse vuelta para encarar a los jóvenes, se dio cuenta que estaba solo.

1 comentarios:

Ester Faride Matar dijo...

Todo un tema "el desarraigo". Màs cuando el mismo se trata de nuestros ancestros -inmigrantes- que tan solos, tan pobres y despojados hasta de su propia identidad, hicieron camino justamente andando.
Me gustò tu escrito.
¡Me llegò!
Lograste cautivar al lector con la intriga hasta el final del mismo.