viernes, 22 de enero de 2010

Quirófano - Duarte

QUIRÓFANO

quirofano_duarte
Cuento Breve – Gabriel Duarte
Lo primero que se notaba al entrar, era el olor a alcohol, medicamentos y el aroma característico del acero, hierro, oxígeno, pervinox y gasa.
En el centro de la habitación, se encontraba la camilla y como si fuera el sol, todo giraba alrededor de ella, médicos y las enfermeras, instrumental, pacientes.

Antes de ingresar, se debía esperar en una sala, que parecía la sala de condenados a muerte, por las caras de sufrimiento que tenía la gente por la tensión de la espera.
La luz que iluminaba la mesa de operaciones, parecía la de un estadio de fútbol, que no dejaba escapar ni un solo movimiento.
El monitor cardíaco, parecía un robot con su Bip-Bip-Bip, que resonaba en la habitación estéril.
Al ingresar lo despojaban a uno de toda su intimidad, y lo obligaban a ponerse una bata que cubría todo, menos lo que uno quería cubrir mucho más, la dignidad.
Las enfermeras con sus barbijos, ocultando su rostro, pero que igualmente se podía sentir en sus ojos, la paz que transmitían para tranquilizar al tembloroso paciente en bata con sus partes al aire.
El anestesista siempre cómico y burlón… ¡Buenas! yo soy el que te va a dormir. A ver a ver, contá hasta 10. 1-2-3-4, antes de llegar a 5, caía uno en ese sueño profundo y sin temor a las pesadillas. Ya que en ese reino obscuro, causado por la anestesia, era la nada en si misma, quizá comparada con la muerte.
Pero a veces algún paciente duro de ser dormido, solía despertarse, levantar la cabeza y mirar a su alrededor, como tomando nota mental de lo que veía.
Los rostros cubiertos, inclinados sobre el, como héroes con sus caras tapadas, paladines de la justicia ante el dolor.
No no… dormite Gabriel, alcanzaba a escuchar el paciente, antes de recostar la cabeza pesadamente y dejar en manos de esos héroes, su cuerpo, que era su templo. Así como era un santuario el quirófano, para ellos.
Gabriel Duarte
Esquel-Chubut

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