lunes, 22 de marzo de 2010

44 Magnum

44 MAGNUM
Por fin lo tenía conmigo...!!!
magnum44Meses de sacrificio para juntar peso a peso el montón de plata que pagué por él.

 

Y aún más terrible la espera tensa y frustrante hasta que llegaron los benditos papeles que me habilitaban formalmente a sentirme su dueño y usarlo a mi arbitrio y responsabilidad.

Al fin sentía en mi cuerpo el abrazo de la sobaquera y el peso inquietante de mi nuevo, poderoso e intimidante amigo: el 44 Mágnum. El sueño de todo “fierrero”. El revólver mas potente del universo.

Las ansias de probarlo, la sensación de poder y el saberme envidiado por más de uno, inflamaba mi ego y sentía como si hubiera crecido algunos centímetros... y hoy era el día señalado... hoy lo usaría por primera vez.

Mientras aguardaba, convenientemente resguardado, venían a mi memoria, agitando aún más la adrenalina, relatos escuchados en rueda de cazadores, allí donde al borde de una parrilla y al impulso del vino, a medida que avanza la charla crecen cada vez más las medidas y pesos de las piezas abatidas y la potencia brutal de las armas.

Allí se comentaba con admiración especial un esquivo trofeo, lo grande de su tamaño, sus defensas imponentes talladas por mil embates en la lucha diaria. La subsistencia lo había llenado de cicatrices. Los caminos recorridos le daban una respetable experiencia.

Nadie había logrado todavía vencer su astucia y su coraje. Su fama, irremediablemente, lo llevaría a la muerte, y la legendaria cacería alimentaría las trasnochadas sobremesas de los viernes o las ahumadas madrugadas de campamento. Yo soñaba con hacerlo.

La lluvia, tenue e intermitente, formaba lagunitas a mis pies que reflejaban las luces del atardecer como cristales brillantes que se desvanecían y volvían a formarse al impulso de la brisa.

Mientras aguardaba anhelante sentía a mi alrededor los tenues sonidos del entorno. El aroma de la tierra mojada entremezclado con la fragancia de las plantas que me rodeaban y repasaba una y mil veces la estrategia a emplear y la impaciencia que  me carcomía hacia que acariciara, inconscientemente, la culata de mi arma.

Cuando ya había perdido la noción del tiempo y sintiendo mi cuerpo dolorido por la tensión y la espera... Llegó.
Lo vi acercarse despacio, desconfiado, poderoso y bestial.

Su inmensa figura resaltaba con la última luz del día que lo iluminaba desde atrás.
Sus defensas descomunales y brillantes generaban reflejos restallantes.

Y su color...
Imposible describir su color, mezcla de cien matices diferentes.

Lentamente se fue acercando, como con desconfianza y guiñando los ojos amarillentos.

Me invadió su aroma penetrante de cuerpo caliente y en vibrante tensión; dispuesto a salir disparado nuevamente.

Y... por fin... estuvo a mi alcance...

Abandoné entonces mi refugio de la plaza y con un poderoso envión subí al ultimo escalón del viejo colectivo y pedí un boleto hasta el polígono del Tiro Federal.

Rubén Miguel Mir, Marzo 2010

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