lunes, 22 de marzo de 2010

44 Magnum

44 MAGNUM
Por fin lo tenía conmigo...!!!
magnum44Meses de sacrificio para juntar peso a peso el montón de plata que pagué por él.

 

Y aún más terrible la espera tensa y frustrante hasta que llegaron los benditos papeles que me habilitaban formalmente a sentirme su dueño y usarlo a mi arbitrio y responsabilidad.

Al fin sentía en mi cuerpo el abrazo de la sobaquera y el peso inquietante de mi nuevo, poderoso e intimidante amigo: el 44 Mágnum. El sueño de todo “fierrero”. El revólver mas potente del universo.

Las ansias de probarlo, la sensación de poder y el saberme envidiado por más de uno, inflamaba mi ego y sentía como si hubiera crecido algunos centímetros... y hoy era el día señalado... hoy lo usaría por primera vez.

Mientras aguardaba, convenientemente resguardado, venían a mi memoria, agitando aún más la adrenalina, relatos escuchados en rueda de cazadores, allí donde al borde de una parrilla y al impulso del vino, a medida que avanza la charla crecen cada vez más las medidas y pesos de las piezas abatidas y la potencia brutal de las armas.

Allí se comentaba con admiración especial un esquivo trofeo, lo grande de su tamaño, sus defensas imponentes talladas por mil embates en la lucha diaria. La subsistencia lo había llenado de cicatrices. Los caminos recorridos le daban una respetable experiencia.

Nadie había logrado todavía vencer su astucia y su coraje. Su fama, irremediablemente, lo llevaría a la muerte, y la legendaria cacería alimentaría las trasnochadas sobremesas de los viernes o las ahumadas madrugadas de campamento. Yo soñaba con hacerlo.

La lluvia, tenue e intermitente, formaba lagunitas a mis pies que reflejaban las luces del atardecer como cristales brillantes que se desvanecían y volvían a formarse al impulso de la brisa.

Mientras aguardaba anhelante sentía a mi alrededor los tenues sonidos del entorno. El aroma de la tierra mojada entremezclado con la fragancia de las plantas que me rodeaban y repasaba una y mil veces la estrategia a emplear y la impaciencia que  me carcomía hacia que acariciara, inconscientemente, la culata de mi arma.

Cuando ya había perdido la noción del tiempo y sintiendo mi cuerpo dolorido por la tensión y la espera... Llegó.
Lo vi acercarse despacio, desconfiado, poderoso y bestial.

Su inmensa figura resaltaba con la última luz del día que lo iluminaba desde atrás.
Sus defensas descomunales y brillantes generaban reflejos restallantes.

Y su color...
Imposible describir su color, mezcla de cien matices diferentes.

Lentamente se fue acercando, como con desconfianza y guiñando los ojos amarillentos.

Me invadió su aroma penetrante de cuerpo caliente y en vibrante tensión; dispuesto a salir disparado nuevamente.

Y... por fin... estuvo a mi alcance...

Abandoné entonces mi refugio de la plaza y con un poderoso envión subí al ultimo escalón del viejo colectivo y pedí un boleto hasta el polígono del Tiro Federal.

Rubén Miguel Mir, Marzo 2010

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miércoles, 17 de marzo de 2010

Celos – Sergio Roda

CELOS

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El joven se volvió sombra entre las sombras, cuando vio que ella salía de su casa. La siguió decidido a todo sin ser advertido, hasta que finalmente llegaron a la intersección de su angustia. Alguien con una gabardina color arena la esperaba. Cuando lo vio se acercó sonriente y besó sus mejillas, tomándole ambas manos con cariño. La felicidad que irradiaban hizo que se volviera inestable. Sintió que su corazón drenaba cada gota de sangre hasta quedar convertido en una pasa. “Ajeno es todo lo que deseamos”. ¡Cuánta verdad había en esa frase! Está bien, él tenía la culpa por esperar tanto tiempo. Ahora dejaría de ser un imbécil. No permitiría que alguien más le quitara esa oportunidad.

Agazapado detrás de un puesto de revistas a sólo seis metros, y vigilando todos sus movimientos, esperó paciente. Fue un tiempo breve, pero el suficiente para que sus uñas quedaran melladas. Se contuvo de encender un cigarrillo para que el aroma no delatara su presencia. La espera llegó a su fin cuando la pareja caminó despacio hasta un pequeño restaurante. El mozo los ubicó en una mesa cercana a la vidriera y recibió el pedido. A veces se tomaban de las manos; otras, ella lo miraba con dulzura acomodando sus cabellos. Ese fue el pulsador que activó sus celos.

Su rostro se enrojeció de furia. Sin pensar rompió con su puño el escaparate de una zapatería; los vidrios delataron su presencia y comenzaron sus aullidos nocturnos al instante. La sangre brotaba en abundancia de sus nudillos pero la ignoró. La alarma activada era un cuchillo cortando una rebanada de silencio. La policía, atraída por el intenso alboroto, no tardaría en patrullar el lugar. Se agachó con un movimiento sigiloso, apresurándose a tomar lo necesario antes de correr protegido con el manto oscuro que lo beneficiaba. Camuflado detrás de un árbol, vio desde la vereda contraria a la mujer que rozaba la mano de su acompañante. La rabia hizo que el objeto extraído de aquel negocio provocara una profunda herida en su mano. No sentiría el dolor hasta más tarde, cuando su destino ya estuviese marcado.

Dos horas después salían y se dispuso a continuar jugando a los detectives, ayudado por el cielo que había cerrado los millones de ojos para no ser testigo de sus actos. Consiguió seguirlos dos cuadras antes de exaltarse. Cuando el hombre de la gabardina rodeó la cintura de su pareja, el enamorado se arrojó como un salvaje sobre él; cortándole el cuello y descargando puñaladas en varias partes de su cuerpo. La embestida sorpresiva menguó cualquier intento de defensa. El frenesí únicamente se detuvo cuando los gritos quedaron ahogados por el silencio. La víctima se desplomó como un espantapájaros.

Escapó arrepentido, pero a la vez una alegría lo embargó cuando un pensamiento picoteó su cabeza para anidar allí: Ella era libre... y ahora él tenía una ocasión más para conquistarla. Corrió algunos metros y volvió la mirada. No pudo evitarlo, su instinto lo obligó a hacerlo. Un hombre sostenía el cuerpo contra su pecho. Sus gritos pidiendo ayuda, roncos por la desesperación, atrajeron a un grupo de personas. Alguien manteniendo la calma hizo una llamada desde su propio teléfono. Fue testigo de los últimos espasmos y de un detalle que tardó en comprender. Una pierna asomó por debajo del abrigo. La pierna de una mujer... una mujer aún con esa gabardina color arena, ahora manchada de sangre, sobre los hombros.

Consciente de los hechos que ocurrieron, aunque su mente se negaba a aceptarlos, volvió...

Primero muy despacio; pronto apresuró el ritmo de sus pasos, sincronizándolos con sus acelerados latidos. Se detuvo y observó más cerca el cuerpo. Pensó, “No. No es ella, por suerte no es ella... ésta mujer es pelirroja”. Pero su instinto la reconoció con una sublime angustia. Sí, era; y no se había teñido sus cabellos dorados. Advirtió la sangre que manaba de las heridas. Las lágrimas impidieron su visión algunos segundos y al enjugarlas con el dorso de la mano dejó sobre su cara, un acentuado rastro rojizo.

La muchedumbre habitual, que jamás falta en un accidente, ya había concurrido al lugar para sentirse importante y tener algo que contar durante la semana. “Mirá la apuñalaron”, dijo una mujer con varios kilos de más. “¿Está muerta?”... “Creo que sí”... era el diálogo que mantenían dos jóvenes con aretes y pelo largo de color verde. Uno de ellos tenía tatuada la cruz svástica en la base del cuello. Lo vigilaba de cerca un hombre disfrazado de payaso. Su sonrisa melancólica, pintada no sólo en su exterior, expresaba una inconmensurable angustia; aunque sus pensamientos y pesares eran ajenos a la escena. La gente proseguía concentrándose en torno a la mujer herida. Un grupo de niños andrajosos se acercó cauteloso; para ver mejor se adelantaron a empujones con dificultad.

Y continuaban acercándose al cuerpo. Algunos para curiosear; otros expresando un profundo y sincero dolor por el destino que había hallado esa joven que ni siquiera conocían. Se sentía como hipnotizado. Sin entender lo ocurrido se agachó, todavía empuñando el agudo trozo triangular de vidrio, que había conseguido unos minutos antes. Todos depositaban su atención en los trágicos hechos. Un hombre quiso acercarse pero se arrepintió y desvió su camino, reanudando la ansiada búsqueda de un trago que pudiese salvar su vida. Nadie advertía la presencia, observándolo todo desde la otra calle; un anciano sonriendo con cinismo, oculto en las sombras formadas por la antigua sotana que vestía.

El joven no podía retener el llanto; permanecía en un mutismo anormal. Su rival, el hombre que lo incitó a cometer esa injusticia, levantó los ojos para emitir una plegaria... y sus miradas se encontraron frente a la verdad, actuando de intermediaria. Vio la sangre en su cara... en sus manos... mientras escuchaba sirenas en la lejanía. Vio el arma con la cual habían arrebatado de su vida a la mujer que más apreciaba en el mundo. Siempre lo había protegido y ahora, cuando necesitó su ayuda, no pudo hacer nada para evitar que le hicieran daño.

Las sirenas ya podían palparse. Llegó la ambulancia y un par de enfermeros bajaron desplegando una camilla. Luego de revisarla se miraron entre ellos negando con la cabeza. Tres policías hacían preguntas a los curiosos, para identificar al agresor.

El hombre que no se apartaba de ella, venció la angustia que tenía atravesada en la garganta y pudo regalarle a su oponente un grito envuelto en lágrimas.

- ¡Él! –Dijo señalándolo– ¡Él la mató! ¡El maldito la mató! ¡Él, mató a mi hermana!

SERGIO J. RODA

Extraído de “El Extraño Viejo de la Noche”

ISBN: 10:987-05-0674-7

DATOS DEL AUTOR

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jueves, 11 de marzo de 2010

DESCRIPCIÓN - Torres

DESCRIPCIÓN

Hay un hombre en la cabecera de la pista…

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Ayudará saber que se traga el aire que viene del mar enfermo de sal…

da la espalda al conjunto de edificios que gobiernan el paisaje…

Hay hombres en ese conjunto de edificios que miran al hombre parado sobre la cabecera de su pista…

el hombre confluye desde una multitud de puntos apostados en las colinas…nódulos de prosperidad en la campiña… ¿el punto mas importante de todos…? el que esta sobre la cabecera de la pista 3. tres 6. seis. 0. cero…

TRASCRIPCIÓN

Estoy en la cabecera tres seis cero en un punto que conecta los nodos que pueblan las colinas… Lejos de los edificios los hombres miran… miran hacia aquí… la pista es larga pero también ancha… llegué hace unas horas… cruce la ruta y camine pasando por una serie de puntos que se conectan entre si a través de mis pasos… luego apareció la sed… mas tarde (pero tan solo unos segundos mas tarde) camine hasta la cabecera de la pista 360…

¿Es lógico suponer que hay un punto en uno ocho cero? Si!!! es lógico suponerlo… Entonces he de razonar del siguiente modo desde aquí este punto neural de la felicidad:

Supongamos ahora que formulamos una pregunta como posibilidad combinando los atributos dicotómicos que la presente situación sugiere: HAY OTRO EN 180 grados parado sobre un punto neurálgico de la sucesión de nódulos…

Puedo pensar que esa presencia no es obra del azar sino de la necesidad… que esta ahí, justo en frente de mi… puesto que soy el ocupante del primer punto neural de la sucesión, para traer compensación, para armonizar el sistema… El es el eje del extremo unoochocero y en tanto que yo soy el eje del treseiscero…

VARIACIÓN:

Las nubes comienzan a llegar desde el mar cubriendo de sombras las colinas arenosas salpicadas de pompas verde oscuro…

Hay otro hombre en la cabecera de la pista… en el otro extremo… luce una camisa negra con vivos rojos y cree estar ocupando un lugar importante en la larga serie que forman los nodos de la prosperidad… el piensa que ese punto encima del cual se para representa una interjección neural de la prosperidad… un ahhhh!!! De la prosperidad. La unión de las líneas silenciosas que pasan a través del desierto por los puntos ciegos asimilados en la colina que se juntan en la interjección del AHHHHHH!!!...

TRANSLITERACIÓN:

“Representar los signos de un sistema de escritura mediante los signos de otro…”

Si… hay uno sujeto alto en la tres seis cero y uno mas bajo en uno ocho cero… un cielo lleno de nubes oscuras y debajo el desierto articulado de arena y polvo de antiguas estrellas muertas… Entonces hay un sujeto en uno de los extremos que especula con la posibilidad de un sistema de ambiguación negativa… el cree estar en condiciones de producir sus propios pensamientos… su propia contemplación critica y refleja… además están las personas de los edificios…

ZOOM ÓPTICO DEL CONGLOMERADO

¿¿¿Mi nombre??? Soy Mónica empleada del bar… detesto a la gente que se para en las cabeceras de la pista y se quedan allí creyéndole antenas… siempre dicen lo mismo que son referencias insalvables de la prosperidad… líneas que unen puntos de igual prosperidad. Ellos dicen que sobre las cabeceras se posan puntos de gran intensidad… en donde hay interjecciones… yo creo que están locos y que tan solo son una molestia para las autoridades del aeropuerto…

Mi nombre es Aureliana… y trabajo en el aeropuerto desde 2016… mas o menos… no recuerdo bien ahora… ellos son dementes y mas molestos que las palomas o los megaroedores… no se porque no los liquidan…

ADAPTACIÓN

Puedo ver al sujeto e incluso puedo ver a Mónica hablar del sujeto… puedo ver sus interrelaciones en forma de grafo… SUJETO---MONICA---CONGLOMERADO---PISTA---CABECERA UNOCHOCERO---YO

Una simple articulación semántica… una red de sentidos… hiponimica, hiperonómica, meronímica… un conjunto de acciones lingüístico-narrativas o de elementos relacionados semánticamente mediante alguna relación de significado… No mas que eso…

CONTRAPOSICIÓN

Hay conjuntos V o de vértices del sistema formados en general por n elementos… los hay… se que los hay… esquemas de redes semánticas cruzándonos con sus lineas difusas… menoscabando nuestras entrañas a fuerza de trayectos y vectores… estructuras de testimonios en forma de nodos de prosperidad unidas por arcos que representan las relaciones entre los nódulos y entre los sujetos que se paran sobre los puntos álgidos del sistema… los sujetos neurálgicos… Se que los hay…

Y estas tu lector.

Que dispones de un conjunto de procedimientos de inferencia para operar sobre esta estructura que tienes entre tus manos llenas de caprichos semánticos….

Se que estas ahí lector eres el sujeto cree leer… no mas que otro nodo… un nodo dinámico que intenta darnos vida… un buscador de trayectos sobre como atravesar los puentes de Koningsberg…

La pista esta vacía hace horas que nadie se mueve que nadie habla… el hombre más alto piensa que debería hablarle al de traje negro y rojo. No hay aviones ni pájaros ni moscas ni abejorros en el aire… solo un tedioso conjunto de nubes densas y negras que creen invadir el desierto… los edificios de Mónica y Aureliana aumentan su temperatura, las trayectorias, compuestas de líneas punteadas, obstinadas, unen toda clase de puntos…

No hay nada real, salvo la sucesión de nódulos de la prosperidad y una lata de leche condensada en el segundo estante de un depósito del bar donde trabaja Mónica… la realidad.

¡¡¡Hay quienes quieren historias reales!!! Sin embargo

Una narración no es mas que un conjunto de signos combinados en función de unas cuantas reglas discretas… nodos de la prosperidad que buscan hombres para transformarlos en ejes de las líneas…

¿Quien quiere historias reales Libre de artificios……?

Toda vez que Artificio. (Del lat. artificĭum). Es decir en su primera acepción Arte, primor, ingenio o habilidad con que está hecho algo. En la segunda… Predominio de la elaboración artística sobre la naturalidad. En la tercera artefacto (ǁ máquina, aparato). || y finalmente Disimulo, cautela, doblez.

RESURRECCIÓN

Soy un hombre débil, pienso, que debe cavilar a cada instante sobre su condición sin haber logrado que el artefacto que me narra se emancipe de su propio YO… somos artefactos esperando que las líneas de igual prosperidad emerjan…

Si, digo yo, y también pienso, ARS FACTUS… eso debemos ser la “res cogitans” pendientes de las trayectorias y que la realidad se construya a si misma…

22:23 hs. La pista esta despejada.

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lunes, 8 de marzo de 2010

Silvia Clemente – Ronquillo y Valeria

image silvia_clementi_escritores42 Silvia Clemente

El Bolsón – Río Negro

Últimos libros editados

Ronquillo, el dragón

Esta es la historia de un dragón que vivía en un pueblito de montaña. Tenía una particularidad, roncar..., entre otras, pero el ronquido de un dragón no es fácil de ignorar por lo tanto en este libro sabremos por las peripecias que pasan Ronquillo y sus vecinos.

Es un poema escrito con letra cursiva de maestra.

Valeria, la duendecita de la Feria

Esta es la historia de Valeria y su amigo Tintín, un par de duendes que viven en el Cerro Amigo y disfrutan yendo a pasear a la Feria Regional, donde comen, juegan y hacen travesuras... Pero un día se encuentra con un gran problema y entre los seres mágicos y los humanos le darán solución.

Los dos libros son para leer y pintar

- Vale, Vale, despertate que vamos a llegar tarde… -decía Tintín mientras sacudía suavemente a su amiga tratando de despertarla.

- Sí, sí, ya me levanto -dijo mientras se estiraba y empujaba a un costado a un caracol que dormía profundamente dentro de su caparazón.

- Te dije Vale que hoy es un día muy especial, que llegan los payasos y los equilibristas en tela…

- ¡Sí, qué bueno!

El enorme tronco de coihue ahuecado ya hace muchísimos años, servía de casa a un par de duendes, por suerte estaba medio cubierto por la rosa mosqueta llena de flores y espinas impidiendo que visitas indiscretas los descubrieran.

Bajaron al pueblo correteando entre las picadas que descendían del Cerro Amigo.

Llegaron a la plaza donde se arma la Feria Regional y fueron directamente al puesto de Doña María quien siempre les dejaba un vasito con miel.

Luego salieron a recorrer la Feria mientras esperaban la llegada de los payasos.

Transitar entre los puestos no era tarea fácil en época de turismo pero la tentación de ver las piedras brillantes y de mil colores los atraía irresistiblemente.

- Vení Tintín a bailar conmigo, es muy divertido. "La lará, la gente viene y va"

- "Le leré, cuidado con los pies"

- "La ralá, qué risa que me da"

- "Le relé… ¡Cuidado no te ven!"

- ¡Divertite Tintín!

- ¿Qué te parece si vamos al puesto de los duendes?, ¡¡vamos apurate!!

Y salieron corriendo entre la multitud hasta llegar al lugar donde venden duendes, gnomos y hadas de todo tipo. Treparon rápidamente al puesto y se ubicaron entre las figuras mimetizándose con ellas.

- Mirá Tintín qué bonita ésa, se parece a mí, ¿viste?

- Shhh… callate Vale que ahí viene una turista. ¿La asustamos?

- Ji,ji,ji… no aguanto la risa

- Silencio… que te escuchará…

- Ahí viene, ahí viene...

- Dale… ¡Ahora!

- ¡Buuuuuuu!!!!!

Aparecieron saltando y agitando los brazos entre las estatuitas...

- ¡Qué susto se pegó! ¡Ja, ja, ja!

- Pero ves Tintín, después los humanos dicen que somos traviesos...

- ¡Y tienen razón! ¡Pobre señora... jamás hubiera imaginado que el duende se movería!

- Uh... mirá... le quebraste una oreja... pobrecito... -dijo Valeria besando cariñosamente al duendecito de cerámica..."

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domingo, 7 de marzo de 2010

El Debut - Gandulfo

El Debut

Estéban Gandulfo

Las Golondrinas – Lago Puelo – Chubut

gandulfo_golondrinas_escritores42

Eran otras épocas, no como ahora en que todos los pibes saben de sexo como para aprobar un doctorado. ¡Y las pendejas! Ni hablar.

Yo era muy boludo. No, gracias, no creo que fuera tanto un problema generacional. Yo estaba especialmente atrasado. Todos mentían, por supuesto, hasta un momento en que la embocaban en serio, y dejaban de mentir.

A veces te contaban las cosas con tantos detalles que vos te decías, no, este tipo no puede estar macaneando. Cuando los del equipo fueron a correr en el Panamericano, Panamá creo que fue, volvían con unas historias que te sentaban de culo: dos minas con un tipo, ahora vamos de a cuatro, y de premio el que acaba más veces sin sacarla no paga… Se ve que allí el tema de los quilombos estaba bien organizado y las putas se daban un banquetazo con los deportistas recién llegados, con las pelotas que le reventaban de hormonas.

Yo mentía, por supuesto… sí, en el barrio hay una piba que se deja con todos, y bueno, yo también le doy… pero mentira, por poco yo ni sabía por donde se le arrimaba al agujerito. No, si yo ya era grandecito. Trabajaba de cadete en una agencia de publicidad, que llevas un original, traés un cheque, buscas la pauta… trabajo de cadete, pasar taxi y viajar en colectivo o darle a pata. Entró una dibujante, Ana María se llamaba la guacha. Se llama, debe seguir viviendo. Un poco más grande que yo.

Súper callada, tímida diría. El tema era que formábamos una pareja casi obligada. Ninguno de los dos tenía novio, y éramos los más pibes del grupo. Yo me sentía como un sapo torpe, feo y pelotudazo. Ahora veo las fotos y digo ¡pero si tenía una facha de matar! Pero las cosas son así, no son como son sino como las sentís.

Ana María estaba bastante bien. Buenas tetas sobre todo. ¿Querés creer que yo todavía no le había metido mano a una teta? Para colmo era la época de los corpiños súper-armados, reduros. Vos sabías que la mina tenía mucha teta, pero de la calidad ni hablar.

Podía ser un flancito delicioso, o podía ser una operada de mamas que el carpintero del barrio, fabricante de baleros, le había hecho un parcito de madera balsa para que no le pesen mucho.

Ana María tenía tetas grandes, y antes de palparlas al desnudo, vos podías tener la esperanza de que fueran suaves, blandas y tersas.  Buena figura, mala sonrisa, de esos que se tapan la boca cuando sonríen, ocultando una ventana o dientes marrones. A Ana María yo la espié un tiempo, porque no iba a planear nada con una mina con un buraco en la boca o dientes marrones. El problema era que, simplemente, la sonrisa no era linda.  O mejor dicho, tenía una carita que daba mejor seria que sonriendo, y como ella también debía tener su mambo, se tapaba la boca cuando sonreía. Decile al gallego que traiga otra cerveza, bien fría que esta ya está caliente.

¿Ves?, en eso los brasileros son capos, tienen unos termitos que meten la botella, perdón, la garrafa adentro, y la podés estirar media hora, una horita, y vas tomando cerveza siempre fría. No Ana María no era brasilera, bestia, estoy hablando de la temperatura de la cerveza. El plan mío, porque tenía un plan, no es que fuera ingenuo, sino que era retorcido, complicado y torpe. Yo te conté que de chicos íbamos siempre a remar.

Y de adolescentes le seguimos dando. El hecho es que de tanto andar curioseando habíamos descubierto una casillita a la que nunca iba nadie, y nos metíamos a boludear.

No me acuerdo bien si era en el Abra Vieja o en el Pajarito… ¡Alzeimer tu hermana! Pelotudo, ¿No ves que pasaron como cincuenta años? Aparte ¿Qué tiene que ver el nombre del río? Yo te estoy haciendo un análisis cultural acerca de la adolescencia y el sexo y vos te detenés en pendejadas que no hacen ni a la historia ni a los conceptos… ¿Por donde iba? Bueno, el plan era que yo me la llevaba al río, como decía Federico, que antes sí leíamos poesía, y la recitábamos, y no como ahora que leen nada más que mensajitos, y en medio de una romántica soledad, yo hacía mi debut con Ana María, sin que ella advirtiera mi inexperiencia. Era un feriado nuestro, el día de la publicidad, y ella había aceptado la invitación para ir a remar, aunque nunca lo había hecho.

Las complicaciones venían de entrada: Porque ella vivía en la zona Sur, yo en el Oeste, y teníamos que ir al Norte. No, ni auto ni moto. Nada. ¡Eran otras épocas! ¿O vos tenías auto a los diecisiete? Nos encontramos en determinado punto y de allí en tren, que en aquel entonces se podía tomar el tren a Tigre.

El comienzo fue divertido, porque todo el mundo iba a laburar, y nosotros como unos bacanes salíamos de farra. El tiempo no estaba demasiado cómplice con las actividades planeadas. Otoño, supongo, no me acuerdo bien. Problema número uno: Como yo era socio cadete en el club, no podía sacar invitados, así que Ana María tendría que abordar el bote de contrabando.

La dejé en un muelle de las inmediaciones, esperame que ya vengo, fui al club a los repedos me cambié de ropa y saqué lo que se llama un par de paseo. Un botecito chico y finito, con un punto que rema en un carrito mirando para atrás, y el otro sentadito enfrentándolo, mirando para adelante, y con un par de soguitas manejando el timón, que como yo no tenía timonel en ese viaje, ni había calzado el timón. Ya en el agua, tenía que remar hasta donde estaba Ana María, sin que me junara desde la rampa el ñato del club, que sinó me daba la cana.

El rio estaba desierto, una colectiva bien lejos, una chata cargando sauces pop pop pop acercándose de a poco, agua tranquila. Solamente el arrime por la escalera del muelle delató que Ana María no tenía la menor experiencia náutica. De esos que te escoran el bote solamente con el cagazo. Bueno, con ella a bordo empecé a pegarle despacito hacia boca del rio, como para que la chica se fuera acostumbrando y ganando confianza.

Pero el rio estuvo tranquilo no más de diez minutos. Empezó a soplar la clásica sudestada: Se achataron las nubes, bajó la temperatura y empezó a venir aire fuerte del sudeste. Esa fue mi primera oportunidad perdida. Tendría que haber dicho: Bueno, ya conociste lo que es esto. Como se pone feo mejor nos vamos al cine. Con lo que habría evitado todas las desgracias subsecuentes ¿No te digo que era muy boludo? Bueno, sobre la actualidad no emito opinión, estoy hablando del pasado.

Seguí remando y en menos de media hora estaba en la boca del arroyo, ya te dije el Abra Vieja o el Pajarito. Y ahí empezó a llover. Dentro de mi cadena de imprevisiones no le había dicho, traé ropa para cambiarte, así que ambos empezamos a mojarnos, yo con mi pantaloncito y remera y la ropa en el bolso, y ella con lo único que traía puesto. Por suerte la casillita estaba ahí cerca y llegamos enseguida. Eso sí, desembarcar otra aventura porque el muellecito era minúsculo, y de esos hechos con sauce verde que brota todo, era como atravesar el monte para salir del bote, lo aseguré con un cabito al muelle y nos metimos dentro de la casilla.

Era una de esas de madera, elevada sobre columnas también de madera, precisamente por las sudestadas como esa que estaba empezando. Chiquita, una mesa, dos sillas, una catrera… Lo primero, prender un cigarrillo, porque yo fumaba… Y, unos cuantos años después. Ella debe seguir fumando, ahora sonrisa marrón garantizada, no, nabo lo digo en joda, ¡Yo que sé! Gallego, haceme un favor, traete un quesito… Prendimos un cigarrillo y yo traté de encaminar la situación: Soledad, río, lluvia sobre el techo, intimidad… Parecía que las cosas se habían vuelto favorables. Pero no. Ana María estaba tiritando y le castañeteaban los dientes. Como yo había remado como un descosido ni me enteré de que había refrescado de lo lindo.

¡Y esa era mi oportunidad! ¿Te das cuenta Tano? Ahí tendría que haberle dicho: Pero no Mamita no tengas frío, sacate la ropa que tenés mojada que yo te caliento toda, y no me interesa que tengas los dientes negros porque yo empiezo chupándote el culo, ¡Que hoy estoy para cualquier cosa! Pero no, yo a mi me habían dado el Master de Pelotudo en Harvard y lo único que se me ocurrio fue darle una remera mía, seca, que tenía en el bolso, para que se pusiera.

Y lo único que hice fue mirar de reojo cuando se cambiaba. No debía haberse mojado mucho porque se dejó el corpiño, y sus tetas seguían siendo una incógnita. Che ¿este queso está bueno? Tiene gusto a papa hervida… Gallego, por favor, traete un salame, con gusto a salame de ser posible… ¿querés? ¿Dónde andaba? No comer, no me acuerdo…

Aunque yo debía de haber llevado algo, porque fui morfón toda la vida. Ponele que llevé un pancito, o algunas galletas, o un salamito, mejor que éste, y para que sea medio simbólico para la situación. Digo, la cosa fálica que puede tener un salamín. Imaginate la escena: Joven pareja en una cabaña, por la ventana se ve un juncal, comiendo pan y salame y mirándose lujuriosamente a los ojos. Bergman: Un poroto. ¿Te acordás? El tipo hacía una película inocente y un ejército de críticos argentinos encontraba una tonelada de símbolos que dejaba al mismo Bergman rascándose la cabeza. Antonioni, ni hablar.

Yo me la imagino más onda neorrealismo, porque esa casillita era bastante miserable. Tipo Rocco y sus Hermanos, en que Alain Delon ¿O era Renato Salvatori? no se podía lavar la cara porque se le había congelado el agua de la palangana. No ahí ni baño había, literalmente: Los yuyos. Bueno…

¡Esperá un segundo! Claro, terminamos en la cama. Vestidos por el momento, y yo, dentro de mi boludez, me animé y le saqué el corpiño. Las tetas, al tacto, eran bastante buenas. Tetas generosas, suaves, maternas. Estaba medio como para quedarse a dormir un rato, pero no, las hormonas y el amor propio hacían lo suyo, y era cuestión de arremeter. Pero no pude: Ana María me dijo que estaba muerta de frío, no pareció que estuviera mintiendo.

Hasta yo mismo empecé a sentir la baja temperatura. Esa fue la segunda oportunidad de cancelar el ataque y emprender la retirada. Pero no, además de pelotudo, cabezón. Me dije, vamos a calentar el ambiente. Había una de esas estufas rusas: Un tacho de metal con una puerta para alimentarlo y un tiraje hacia arriba.

El problema es que no había leña a la vista, así que tuve que salir. Al bajar pude ver que el repunte, porque le llaman así cuando el agua sube con la sudestada, venía a los piques. Encontré unos tronquitos y me metí en la casilla a encender el fuego.

No te cuento el laburo que me costó porque sinó se nos va la tarde, primero que no encendía, después que parecía un ahumadero de arenques y al final, la rusa encendió de lo lindo. Pero la cama estaba medio lejos de la estufa, así que nos levantamos y pusimos el colchón a una distancia prudencial de la estufa, como para que nos diera calor.

Ahí traté de montarme a Ana María, pero yo era como la luna ¿viste? La mitad helada y la mitad que quema. Si vos mirabas para la rusa, nos veías a los dos de perfil, como los egipcios, y la mitad del lado de allá que se achicharraba, y la mitad del lado de acá: congelada. Hice un par de pruebas: misionero, perrito, pero no hubo caso, no la embocaba.

Mejor dicho, promediando una de las posiciones perdí el equilibrio y en mi inconciencia me apoyé en la rusa: Un bife de chorizo me quedó la mano. Un olor asqueroso y un dolor que ni te cuento: agua, aceite, de todo le metimos a la mano, y tenía que volver remando: figurate que diversión la mía. No te voy a aburrir a vos ni hacer sufrir a mí, porque me acuerdo y todavía me duele. El tema es que decidimos volver, manoteamos nuestras pertenencias y subimos al bote, que para ese entonces ya se había elevado casi al nivel de la casilla.

No me preguntes como hice para remar en esas condiciones ¿No te dije Tano que no me preguntaras? La cosa es que volvimos al muelle donde había subido Ana María y ella se bajó y yo seguí al club a devolver el bote y cambiarme… Galleguito ¿no te traés unas aceitunas por favor? Entonces, en el vestuario me avivo que me había olvidado el Lee blanco.

Estaban de moda, eran blue jean que en realidad eran white jean. Unos pantalones caros, muy de moda, andá a saber si no eran importados ¡Verdes! Y unas papitas fritas ya que venís… Así que me tuve que laburar al tipo del vestuario para que me consiguiera unos pantalones, unos tipo buzo de gimnasia me prestó.

Así, todo ridículo y con la mano vendada volví a mi casa. No, no hablábamos casi nada. Ves esa era una virtud de Ana María, hablaba poco, y en una mina, eso vale oro. Digamos, una tetona callada… Al fin de semana me voy a buscar los Lee y estaban hechos mierda, llenos de manchas barrosas, lo peor es que tuve que explicarle a mi vieja, que era quien me lavaba la ropa, y que se esforzaba infructuosamente en volver a dejarlos blancos.

En la escalera los había dejado apoyados, mejor que se los hubiera llevado el río… Y bueno, seguía preocupado, el amor propio ni te cuento, si hasta pensaba si yo no sería medio puto, pero no, los tipos no me atraían, me gustaban las pendejas.

Finalmente debuté, pero fue más adelante, otra vez te cuento porque sinó me voy a quedar sin temas. El problema es que no estaba sistematizada la iniciación. Sin ir más lejos, en Samoa…

Bueno, sí es lejos. En Samoa los veteranos instruyen a los que se inician. Clases prácticas digamos. Entonces los que tienen experiencia, se acuerdan y todavía pueden, les enseñan a los que no saben y quieren como locos, porque los pendejos están que se salen de la vaina en todo el mundo. Si aquí fuera así, a mi me habría agarrado una madurita canchera, y yo no tendría esta cicatriz en la palma de la mano, y de paso, yo ahora podría estar dando clases con alguna potranquita…

¡A tus hijas no las voy a tocar! Quedate tranquilo… A tus nietas en todo caso… ¡Pará! Largá la botella, te imaginás el titular de crónica “Reyerta entre borrachos en el bar del club Brisas del Plata arrojó un herido de arma blanca” si es que una botella de cerveza reventada contra el piso puede considerarse un arma blanca.

Sí Tano, la próxima vez te cuento como pude perder mi virginidad. Ahora, si te acordás, contame las memorias de tu debut. Gallego, otra cervecita… Fría por favor.

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sábado, 6 de marzo de 2010

EL CANTAR DE JAMUWARKA… - Torres

EL CANTAR DE JAMUWARKA…

image CANTO I

Henchida la memoria rebelde

Sembrada a la sombra húmeda y estupefacta de los maderos de un apartado ancladero…

Con las vísceras aun en la boca

Y los gritos del padre lacerando sus oídos…

Y la madre lejana, la cabeza negra entre los espigas rubias,

Los muslos enormes sosteniendo la mole fatal del trabajo

Las lagrimas acurrucadas en los ojos,

La sonrisa sepultada en la niñez

Hecha un recuerdo borroso…

Hincada la dignidad cabeza al piso

Y la selva eterna que la mira con recelo…

Lanzándole al rostro el escandaloso verdor de la tierra…

¿Hasta cuando beberás de este licor amargo del Chirri?

¿hasta cuando te dejaras sangrar las manos?

Ebria de miedo… mujer!!!

Te han quitado todo

Te han quitado todo

Hasta tu niño crecido en la humedad de la sombra

Te han quitado…

El vino prudente de los Cuios ya no esta en tu vaso amable

Y por el camino al Yacar solo la sombra retorcida de unos cuerpos…

Incendiada de odio únicamente la hierba vela la estirpe de los entrañables

En la reiterada soledad de tu maldita choza

Crece el humus negro del  desagravio…

Cuando te vejan, una y otra vez, por la tarde miserable, pues el patrón no trabaja y entonces no se cansa,

Germina la ponzoña con la que se nutre el humus negro del desquite

El deseo procaz de blandir la daga

Pone densa la sangre y turbia la vista

El acero perfecto que destroza piel, la carne, la venas, los huesos…

Se traslada henchido con mil abominaciones el odio hasta que sus músculos

Que se hacen una pasta blanda y dócil

Que puedes comer… regada de jerez.

Ya no están los amargos chuños mal colgando de las ramas del palo rosado

Ni tus hermanos jugando con las sonrisas…

No han dejado más que un éter de execración…

El aliento nauseabundo de sus bocas fermentadas

Las grietas en el alma de los otros niños…

Los que ya no son tus niños

Viajo el vástago

Al chile

Solo como perro

Viajo

Mas que por llegar por irse

De ver a la madre con la cabeza negra hundida en el trigo rubio

Con los muslos violentados

Con la frente sucia y la selva que la mira a fuerza de verdor…

Se ha ido el vástago

Al chile

Detrás de la huida

Se ha escapado

Solo por no ver más  a la madre

Cederle la choza al que le carga los muslos…

Cederle los muslos nuevamente…

Piedras sembradas en la conquista de su paso…

Ardorosas brasas bajo sus pies de selva

Ellas que saben esperar resignadas el tiempo exacto

En el que mataran el deseo del caminante

En que estrangularan por las piernas su sed de destino…

Mira a solas las  inflamadas porciones de horizonte con forma de serpiente

La extrema fragmentación del infinito

Que el sol no se anima a interrumpir…

Todo es soledad aquí, soledad y fluctuación.

Camina ahora el Pequeño devenido peregrino…

Quemando sus sueños y sus pies durante el día

Colmado de frío por la azulina marea de la noche

Se siente morir acribillado por los gélidos clérigos de la luna…

el frío de mármol romano con la cara de sus maestros

Que le imponían la lengua fría, la pálida vos que le comió el alma…

Camina el niño hacia chile

Desde Potosí

Dejando el monte de plata y barro coagulado en sangre y mercurio…

Camina sobre el hediondo recuerdo su madre lejana

Con los muslos como tapiz y tela…

Insolados de aliento…

¿Que mas puede hacer ese niño que camina sobre la piedra?

¿Qué mas que abandonar la buena selva?

¿Qué mas que llorar a su madre?

¿Qué mas que crecer chileno y rebelarse?

Habrá un destino para  Jamu

Sino perplejo de futuro…

Turbado en las sombras atiborradas de la selva

Su conciencia precoz obliterada en el pasado

Reventará al final del camino de las piedras

Y entonces será libre cuando lave los muslos  corrompidos

De su madre…

La doncella mestiza

La sucia aberración de la mixtura…

La hibrida caída como ángel…

Una Wallace y un Vilca…

El destino inicuo desafiado

La madre de dos mundos

Nacidos para la guerra…

Esta también ese odio pardo, de gusto ocre

Embebido de pena y dolor

El odio balsámico al grueso conquistador

al que tanto presume de su música de altares

Como de los gaznates cortados en nombre de dios…

Allí su cuerpo se amplio bajo el dominio eficaz del cielo chileno  

Allí ese niño de apenas 22 años

Alimento con la chicha

La memoria de la resistencia al inca y a la pacificación de la araucanía…

De allí salio Jamu,

Capsula hibrida en la atmósfera del tiempo…

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miércoles, 3 de marzo de 2010

Puel, Puel - Mir

puel

Ruben M. Mir
Cipolletti, Febrero 2010

PUEL - CANTO A LA VIDA
Puel... Puel... viene la lluvia,
Puel... Puel... viene del Este...
Puel... Puel... llega la vida...
otra vez nace mi flor celeste!!!

Con ella vuelve la primavera...
trae consigo esperanzas nuevas!!!
Crece la espiga, semilla el árbol...
Canta la vida... revive el campo!!!

Y en apretado abrazo de hermano,
quiero fundirme con mis paisanos...
que Puel nos traiga la lluvia mansa...
con eso basta... con eso alcanza...

Puel... Puel... viene la lluvia,
Puel... Puel... viene del Este...
Puel... Puel... llega la vida...
otra vez nace mi flor celeste!!!

Viva la vida, viva el amor...
viva la lluvia y la esperanza...
con eso basta...
con eso alcanza...

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