UNO…
Uno siempre cree y se imagina.
Uno cree que el dolor roza la piel del otro… y que le duele hasta pedir socorro…
Uno cree que las alegrías son propias y las desparrama por el aire… hasta que llegan renovados jubileos.
Uno siempre cree y se imagina.
Se imagina que a nuestra piel no le embate el pasar del calendario.
A los otros… sí.
Que las penas son ajenas.
Que las dolencias desconocen nuestro domicilio.
Y un día cualquiera ya no cree ni se imagina, porque el sufrir tocó nuestros huesos y se convirtió en una batalla por ganar.
Nos quedamos inmóviles en la vera del sentimiento reaccionando ante los vientos contrarios del pensar…
Del sentir…
Los otros pasamos a ser nosotros mismos.
Nosotros mismos pasamos a ser los otros.
En esa fusión de los otros y nosotros, coexiste la gelatina existencial de lo real…
Sin darnos cuenta vamos incorporando los supuestos del etéreo mundo que habitamos y no queremos consumir más bagatelas…
Nos sorprende abrir las ventanas y contar las gotitas de la lluvia y deleitarnos en los aromas que emergen de un patio… y entender que el silencio no es sinónimo de soledad sino de un reencuentro.
Necesario…
Ineludible…
Saludable…
Afirmo que mi piel se viste con la piel del otro y el otro se viste con m piel.
Escucho…
Mi alma me susurra a los oídos y varias voces se mezclan en secretos.
Este milagro de meterme en los de afuera produce la magia que ellos, los de afuera se incrusten en mi ser…
Piensan y pienso.
Somos todos iguales ante el dolor y la alegría.
La perspectiva de igualdad me vuelve inconsistente en esta tarde ocre y me indago y me invento en los otros…
Como nunca…
Por la vidriera inmortal de las estrellas, se desprenden luces de colores advirtiendo la llegada de una etapa diferente…
Cerrando círculos de antaño…
Esparciendo manojos de respuestas, con pétalos de esperanzas e ilusiones…
Que estimulan mis aciertos y los tuyos.
Que fusionan realidades y utopías en el contexto universal de los sentidos…
(Ester Faride Matar)
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