SESENTA Y CUATRO POR CIEN
Hace poco, uno de los más importantes sinólogos argentinos, especialista en literatura clásica china y además, aficionado a las matemáticas, concedió una entrevista a una popular revista de actualidad con motivo de la publicación de su libro de comentarios sobre el I Ching.
Era la primera vez que este estudioso accedía a un reportaje de estas características. Y también, la primera vez, que una revista de actualidad se interesaba en su persona.
El erudito elogiaba el milenario libro, "muestra incomparable de la tradición y el espíritu de la cultura china", y daba ejemplos de muchos filósofos y emperadores que consultaron este oráculo antes de tomar sus principales decisiones.
Cuando la reportera le pregunta cómo nace su interés por China, el autor, luego de un comentario poético-sicológico sobre cómo las imágenes que recibe un niño forjan su futuro, narra una anécdota de cuando él tenía unos doce o trece años:
"...cuando entré, mi abuelo cerró el libro, la mesa estaba llena de papeles con números. Me fascinó la tapa del libro con sus caracteres dorados. Mi abuelo me explicó que era el I-Ching, y que cuando uno tenía un problema podía recurrir a él. Yo le pregunté si solucionaba todos los problemas y el abuelo, guiñándome un ojo, me contestó: hasta sesenta y cuatro por cien.
Al tiempo, el abuelo dejó este mundo, y yo recibí el venerable libro como herencia con una nota del abuelo: "Usalo cuando lo necesites". (Lo conservo tal como me llegó. Jamás lo abrí).
Pasaron los años, yo estaba estudiando matemáticas, y encuentro que por el año 1700, un sacerdote jesuita residente en China, descubre en el I Ching una forma de numeración binaria semejante a la presentada unos años antes por Leibniz. A partir de allí compré un ejemplar y comencé a investigar sobre el tema. Todavía lo sigo haciendo. A medida que avanzo en el estudio del I Ching, me vuelve a la memoria una y otra vez la expresión de mi abuelo
Convencido de que mi abuelo no era de los que hablan por hablar, he tratado de descifrar el enigma del sesenta y cuatro por cien.
Al principio supuse que mi abuelo habría hecho una estadística de los aciertos, o algún cálculo de probabilidades basado en las múltiples combinaciones de trigramas y hexagramas.
El sesenta y cuatro es el número total de hexagramas, pero ¿qué puede significar "por cien"? Se me ocurrió la posibilidad de que el cien sea una clave de un número binario: El cien equivale al número cuatro. Recurrí entonces al I Ching y busqué los hexagramas 64 y 4, y encontré lo siguiente:
Hexagrama 64- Antes de la Consumación:
“Las condiciones son difíciles. La tarea es grande y llena de responsabilidad. Se trata nada menos, que llevar el mundo de la confusión al orden.”
Hexagrama 4- La Insensatez de la Juventud:
“Durante la Juventud, la insensatez no se demuestra como inconveniente. A pesar de ella se puede tener éxito, siempre que se encuentre un maestro con experiencia y se mantenga una actitud adecuada frente a él”.
Al leerlo comprendí que el abuelo me había dejado un mensaje en una clave que él dominaba muy bien y esperaba que yo siguiera su camino. Lo que jamás podré saber, es si él tenía la esperanza de ser mi guía en este apasionante mundo."
El reportaje continúa, narrando los sucesivos viajes realizados a China, los estudios cursados, sus teorías y descubrimientos, poniendo en evidencia los profundos conocimientos del erudito, y la escasa preparación de la reportera.
Al día siguiente de la aparición de la revista en los kioscos, el estudioso recibió muchísimos llamados telefónicos. Algunos, de sus amigos para felicitarlo, otros, de gente deseosa de aprender más sobre China y su civilización, otros, de unos señores interesados en organizarle cursos y conferencias sobre adivinación del futuro a través de la magia del I Ching... pero hubo un llamado que le arruinó el día.
Al mediodía, justo antes de sentarse a comer, llamó su madre: "Querido, cómo no me avisaste que te hicieron un reportaje, me tuve que enterar por la peluquera, podrías haberte puesto una camisa más linda, saliste despeinado en todas las fotos, y se veía toda la habitación desordenada, pero igual estuvo muy buena la nota, ahora, decime, cómo se te ocurrió ese cuento del abuelo, justo del abuelo, que no le interesaban más números que los de la cuenta bancaria y que lo único que sabia de China es que tenía una muralla muy grande."
Cuando logró colgar el auricular y reordenar sus neuronas, el sinólogo fue hasta la biblioteca donde en el estante más alto se encontraba el Venerable Libro Chino de su abuelo. Lo tomó con cariño, sopló el polvo acumulado por los años, pasó la mano sobre los antiguos caracteres dorados, e hizo lo que nunca en su vida había hecho: lo abrió.
Coincidente con cada hexagrama había un billete. Sesenta y cuatro billetes de cien dólares.
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