Trescientos Ejemplares
Cuento re cortito
Enrique Carlos Ameijeiras – Lago Puelo – Chubut
Abrió la puerta de la cabina telefónica, pulsó nerviosamente seis números que estaban escritos en un arrugado papel. Tres “rings” bastaron para que del otro lado atendieran.
-¿Hola?, dijo, soy Pato.
-¡Ah! si, – le contestaron – lo tuyo ya está, ¿cuándo lo venís a buscar?
-¿Es muy pesado? inquirió
-No, en una mochila y dos bolsos te los llevás.
-Bueno, corto y voy para allá.
Hizo lo que dijo. Ya tenía lo necesario. Caminando veinte cuadras llegó a la imprenta.
Lo recibieron los perros que se alejaron cuando Pato amagó tomar una piedra del suelo.
Se abrió la puerta y un mutante de tinta y sudor lo hizo pasar.
-Acá tenés, todos estos son tuyos. Trescientos ejemplares... y ¿Que te parece? Salió muy bien. Se me complicó un poco la tapa, pero salió.
-Todo bien; se hizo largo pero, ya está. El saldo te lo traigo en unos días.
-No te hagás problema, resolvé lo tuyo.
-Gracias. – dijo Pato – El imprentero siguió con su trabajo, y él apiló sus libros en la mochila, luego en los bolsos, y cuando parecía que no cabía nada más, los últimos dos se los puso en el bolsillo de la campera.
Ya había caminado más de veinte cuadras, ¡Cuánto pesan mis pensamientos cuando no están en mi cabeza! pensó mientras hacía un alto para fumar un cigarrillo.
Al día siguiente, fue a la feria del pueblo, y vendió sus libros entre sus amigos, conocidos y a un turista que pasaba por ahí. Cinco mangos cada uno, cien páginas, todo un negoción.
Al cabo de un mes vendió mas de cincuenta, otros tantos regaló, muchos están en consignación. Uno de ellos compró un mochilero de La Plata, que se lo regaló a la madre de su novia, ésta a los pocos días hizo una donación de muchos libros a una biblioteca, entre ellos estaba el libro de Pato.
El día que lo pusieron en los estantes, vino la conductora de una radio local y se lo llevó junto con uno de Benedeti, y otro de Gustavo A. Becker, entre otros.
Esa noche, mientras reiniciaba la PC a la locutora se le ocurrió leer algo cortito, hojeó el libro de Pato, vio un poema de once versos y lo leyó al aire.
Esa misma Noche una niña escuchó el poema y lloró frente a la radio.
Pato, a esa hora festejaba el primer dinero que le quedaba, después de pagar las deudas.
3 comentarios:
Enrique, tu relato es diáfano, transparente. Es una flecha que avanza sin miramientos y se clava donde uno menos se imagina. Así es la vida, así son los sueños.
FGC
A veces creo que un ángel cibernético se toma el angelical laburo de alentar a los humanos en sus empresas más solitarias.
Gracias FGC
¡Maravilloso!
Desde Buenos Aires me deleitè leyendo este blog y mi mirada se clavò aquì, justamente aquì, en tu blog. Sentì que un Angel leìa versos de Benedetti y Berger llamaba a mi puerta para decirme que no tengo tiempo para explayarme en mis comentarios-Desde Viedma abrirè nuevamente este sitio y me quedarè màs que un ratito.
Un abrazo y felicitaciones amigo-
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