sábado, 26 de septiembre de 2009

Miguel Breide – Rubén Mir

image Carta y Poesía

Rubén Mir -

Hola amigo. Es con gran placer inicio este contacto. Por supuesto que acepto tu invitación a publicar ese pequeño desparpajo poético.

No tengo de momento foto disponible de mi abuelo. Me comprometo a conseguir algunas y enviarte. Realmente impresiona pensar en estos tiempos el sacrificio y peripecias que sobrellevaban estos hombres y aun mas sus mujeres.

Don Miguel Breide. Esforzado y emprendedor personaje de esos tiempos primeros. Asentado en el lugar con el típico boliche, abastecedor de toda suerte de mercaderías, los  "vicios" para el hombre de campo.

Sus carros llevaban y traían todo lo necesario para la subsistencia en el lugar. En su molino harinero se hizo la harina para la región, hasta que nuestras leyes monopólicas se lo impidieron.

Comprometido con el progreso y la educación del disperso vecindario, dio lugar a la creación del primer edificio para el Correo donando la tierra para su asentamiento y colaboró con la puesta en funcionamiento de la Escuela 30 aun antes de que fuera siquiera escuela.

Su hogar, cual refugio en el desierto, dio alberge a cuanto viajero lo solicitase. A su mesa se sentaron obispos, gobernadores, maestros y conspicuos personajes de la región. Lamentablemente sus restos no descansan en el lugar que el eligió para forjar su destino. Pero esa es otra historia. Junto a sus hijos se crió también Abelardo, quien fue para mi un tío mas y con quien compartí trabajos y veladas inolvidables.

De los hijos de Don Miguel viven aun tres, uno de ellos mi madre quien, gracias a  Dios, cumplió 89 años el 16 de cte.

Mi padre fue de los primeros gendarmes en llegar a esa zona, allá por 1942. En fin, hay para largo. En otro momento contare algo mas.

Gracias a tu gestión me contacte con Cristian Valls con quien intercambiamos hermosas notas y me obsequió sus trabajos relacionados con mi familia.

Hoy quiero poner a tu consideración unos versos que me inspiró la profunda amistad que mantuve con Abelardo:

PARA UN AMIGO

Don Abelardo Epuyén...

me parece que lo viera,

llegar en su doradillo

al boliche de Beliera.

Bajo del sauce llorón

está el palenque que espera.

Ya dio vuelta el cojinillo,

es por si acaso lloviera.

Medio rubio, ojos celestes,

casi gringo este paisano.

La guitarra es un deleite

si la acarician sus manos.

Loncomeos, cuecas, gatos,

van mostrando entre sus notas,

los quehaceres de su gente

y el paisaje comarcano.

La vida no le fue fácil,

como tampoco la muerte.

Por las leyes de los hombres

está sellada su suerte.

Ya no está el perrito blanco,

ni su pingo doradillo,

pero vive su recuerdo

en el alma de sus amigos.

Afectuosamente

Rubén M. Mir

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