Division de bienes - Cogorno

División de Bienes
Laura Cogorno


Él quiere dividir los bienes. Ella corta a la mitad el matamoscas. Fue una faena difícil. Con un cúter escindió en dos el plástico con el cual se supone que uno aplaste los insectos hasta dejarle al aire sus vísceras, hasta que larguen algún fluído interno. Tuvo que valerse de una pinza con pelacables para cortar el metal del mango. Ahora ya estaba listo: medio matamoscas para cada uno

En la compu suena Marcela Morelo que canta estúpidamente “Te necesito y estás a mi lado”. ¿Al lado de quién, pelotuda?
Mira a su alrededor. El heterogéneo grupo de bienes a dividir se le antoja un conjunto imposible de tal acción. Se desespera. Lo ama. No quiere perderlo. Lo odia. ¿Cómo pudo hacerle esto, justamente a ella?
Irse: todo bien. Irse con otra: bien, pero irse con su amiga: todo mal. Siente la traición traspasar cada uno de sus músculos, sus huesos, el aire que respira. Está herida de muerte del peor de los venenos: el que prepara para fulminarte la persona que decía amarte hasta hace tan sólo una semana atrás.
¿Y la heladera? Para eso cuenta con Jorge, su herrero amigo. Sabe que él tiene un soplete de acetileno que podría solucionarle el problema de la heladera. Y si funcionase, con la misma herramienta podría seccionar la cocina, el lavarropas automático, el termotanque y hasta los calefactores. Llama a su amigo. Lo consulta. Es uno de esos seres a los que muy pocas cosas sorprenden o escandalizan. Su discurso es limpiamente técnico. No hace preguntas incómodas. Aclara que si hiciese falta, la tarea se completará con amoladora. Él cuenta con ambas herramientas. Que se relaje. Que lo dé por sentado.
El jueves él vendrá, un rato antes de que ella salga a su clase de body pump, que todavía no entiende muy bien de qué se trata, pero mueve el cuerpo, transpira, gasta energías extra, de esas que le sobran últimamente. Él vendrá a buscar su mitad de bienes. Ella lo ama tanto, pero tanto, que lo consentirá una vez más.

Laura Cogorno