Poesía
Gral. Roca – Río Negro
Advertí
la sequedad de mis cavernas
cuando las cataratas
dejaron de albergar
los pájaros sedientos.
El agua
se había convertido
en la intrusa del paisaje,
y los monstruos
temerarios
del tiempo
hurgaban llevándosela
en canastas de mimbre.
Mi mente
escurridiza también
juntaba las gotas
con manos de cuenco;
pero las gotas perfectas
humidificaron una tierra
ajena,
lejos de mi cascada.
Poco a poco
los pececitos dorados
dejaron de nacer
en mi turbulencia
y los fósiles
habitaron las rocas viejas.
Lo que no cesó
fue la luz del sol
que continuaba animándome
a una nueva belleza.
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