¿FELICIDAD TRUNCA O PROLONGADA. . .?
Cuento Corto
Hugo Bommecino - Mendoza
Esa mañana despertó descansado. Recordó los hechos anteriores y bajo a desayunar. El lugar donde se servía estaba en la planta baja. Antes de ingresar, debió mostrar la llave que tenía el número de su habitación y le indicaron el lugar donde podía sentarse.
Luego se dirigió hacia el buffet donde se sirvió café con leche, tostadas, manteca y algunas mermeladas. Sentía que, desde que había partido de su casa natal, era el primer día en que estaba feliz y que un poco de tranquilidad lo hacía desahogarse.
Inesperadamente escuchó que una voz femenina le estaba hablando. Levantó la mirada y se sorprendió al ver, a esa hora de la mañana, un rostro tan angelical. El perfume que usaba la mujer le pareció exquisito. En su escueta observación percibió que tenía casi su misma estatura y su físico indicaba a las claras de su belleza.
-Buenos días, disculpe pero es que están todas las mesas ocupadas y...
-Buenos días... –le respondió-... ¿En qué puedo servirle...?
-¿Me permitiría compartir su mesa para desayunar...?
-¡Por supuesto que sí... no faltaba menos...! –Dijo a sabiendas de que no quedaba espacio para ubicarse en otro lado. Suspiró por ello.
-Gracias -le respondió ella y se fue hacia el buffet.
Estaba anonadado. Sintió cómo otra vez sus viejas intuiciones y deseos masculinos afloraban poco a poco, tímidamente. Luego ella volvió, tomó asiento e inició una agradable e inquisidora conversación.
-¿Eres brasilero...?
-No... Paraguayo y vos...
-Nací aquí, en Bahía y pienso morir en esta tierra... –Dijo con orgullo, mientras que él la observaba detenidamente. Tenía el pelo cortado a la altura de los hombros y mientras hablaba mostraba una perfecta y blanca dentadura, a la vez que los labios ya le resultaban más apetecibles a medida que más los observaba. Sus ojos eran de un verde claro que encajaban perfectamente en el rostro moreno de la muchacha.
-¿Puedo saber cómo te llamas...?
-Flor de Loto....¿ y vos...?
Se quedó unos minutos pensando y pidió algo que le parecía imposible, pero dada su situación debía hacerlo.
-Ya que hemos tenido este fenomenal encuentro... me gustaría que fueras vos la que me bautizara... ¿Te parece...?
-¡Está perfecto... –Pensó unos instantes-...Te propongo una cosa...!
-¿Qué será...?
-Si te vienes conmigo... a partir de ahora serás mi Marte de Fuego... ¿Aceptas...?
-¡Claro que sí Flor de Loto....!
Una hora más tarde ambos se encontraban navegando en la embarcación de ella, en dirección a la isla donde vivía, en la cual tenía un campo con diversas plantaciones. Se sentía raptado por la felicidad. Poco a poco se alejaban de Bahía y la sorpresa ocurrió a mitad de camino, cuando ella detuvo la marcha de la embarcación.
-¿Qué pasó Flor de Loto...? –Preguntó.
-Nada Marte de Fuego... verás que hermoso es lo que acontecerá....-Le dijo y bajó al camarín de la embarcación. Minutos después apareció completamente desnuda en la puerta de entrada y para él fue como que había ingresado al edén. A duras penas alcanzó a retener en su retina la figura femenina, pues ésta se zambulló en las cristalinas aguas del mar...
-¡Vamos Marte de Fuego... desnúdate y ven a rescatarme...! –Gritaba la mujer que disfrutaba del agua, mientras esperaba al hombre; que necesitaba probarlo o devolverlo a la realidad de la que lo había sacado, de la reclusión de un hotel, sin saber qué le pasaba en realidad al hombre. Ella no le permitió ningún acceso a su cuerpo y cuando salieron del agua lo obligó a vestirse.
Una vez que llegaron a la casa, el hombre se sorprendió de la sobriedad de la vivienda. Quedó sin palabras al ver a tres personas más en la misma y que al preguntar le respondieron ser los hijos y la hija de la mujer. Ellos no vivían allí, sino que tenían otra casa al fondo del terreno cultivado.
-¿Te gusta el lugar donde vivirás...?
-¡No he dicho nada contrario a lo que me preguntaste... es fantástico...!
-La mitad es mío y el resto de mis hijos...
-¿Puedo preguntarte debido a qué viven separados de vos...?
-No debo entrometerme en sus vidas... ya son grandes y saben lo que hacen pero... –frunció el ceño- te advierto que tengas cuidado con ella... si algo le haces morirás y te arrojaremos al río como al otro.
-¿Puedo saber cual... o algo más…? –Preguntó.
-El que quiso violar a la niña y llevar a los muchachos a la homosexualidad... pero se lo deben haber comido las pirañas... -Dijo y largó una carcajada que pareció que hacía eco en el valle.
-Cuéntame…¿ cómo ocurrieron los hechos...?
-El degenerado los había emborrachado a los tres y había organizado una orgía en la casa. Se había acostado con ellos en la cama y alcancé a escuchar que le daba instrucciones a cada uno para que lo sirvieran sexualmente, mientras que el muy cabrón tenía las teticas de la niña en su boca. Ya lo había intuido. Iba a penetrar a uno de los varones, mientras el otro intentaba hacerlo con su hermana por el ano. Desesperada, no grité, sino que cargué la escopeta que llevaba. Le grité, quedó solo en la cama con las bolas al aire, lugar donde fue a parar el primer tiro de escopeta y antes de que se diese cuenta le volé parte de la cabeza. Ni sexo ni cabeza... –Dijo convencida.
-¿Y luego...?
-Los niños se abrazaron a mí. Luego lo envolvimos en una vieja sabana, lo atamos y lo subimos a la barcaza llevándolo a la parte más profunda del río donde lo tiramos para que los peces se hicieran el festín... en la zona de las pirañas... por eso te recalco... nunca me vayas a tocar un solo retoño o las pagarás, como que soy Flor de Loto.
Al atardecer cuando todos se sentaron a la mesa para cenar, él se dio cuenta que la mujer era muy católica al igual que sus hijos y tuvo que seguir las plegarias de los otros, salvo que esta vez la mujer fue más directa. Lo invitó en nombre de todos, de que hiciese la bendición de la comida que estaba frente a ellos. Lo hizo pausadamente y también rogó y agradeció. Hizo silencio el resto se abalanzaron como pirañas devorando la comida.
Más tarde quedó la pareja sola. Los adolescentes se habían retirado hacia su casa.
-Dime una cosa querido... –Le preguntó la mujer con un dejo de esperar una respuesta cierta, contundente y que llenara el espacio de sus inquietudes.
-Lo que quieras... –Le dijo el hombre pensando en que se trataría de algo sencillo.
-¿Qué hacías en la ciudad de Bahía solo en ese hotel...?
Pensó unos minutos en dar una respuesta coherente. La fruta que le había tirado estaba llena de espinas para él.
-Estaba haciendo turismo... unos amigos me lo recomendaron...
-No me convences Marte de Fuego...
-Es parecido a que te pregunte qué haces sola en esta maravillosa isla con tres adolescentes que algún día partirán dejándote sola y hecha una vieja que no servirás para nada... disculpa pero es lo que se me ocurre...
-Estás muy, pero muy equivocado. Me he preparado una feliz vejez y ellos tendrán todo lo que se merecen para que sus vidas no se marchiten o apaguen así porque sí.
-¿Sabes que sigo dudando...?
-No creas que llegará el ocaso y me marchitaré... No, eso no será para mí ni lo será tampoco para mis hijos...
-¿Sabes que no entiendo... que hay cosas que no encajan en el juego...?
-Pero vos has llegado en el momento más preciso... más necesario... Eres como un capullo a punto de explotar para dar el fruto que espero...
-¿Y a qué se debe ello...?
-Se debe a que esta noche hay luna llena y...tendrás una sorpresa...
-¡Me matarás como al otro...!
-¡Nunca... Nunca te irás de aquí...! ¡No temas Marte de Fuego!
-Sigo... sin entender. Me confundes... –Dijo mientras la veía desnudarse.
-Seré más clara en mis apreciaciones. Dios quiso que fuera mujer... me puso órganos genitales... me hizo crecer hermosas tetas para alimentar a mis crías y me dio un espacio para que en él creciera el fruto del amor... el fruto de una mujer ansiosa por recibir al otro, al macho para que la penetre y derrame en el silente espacio el líquido tan especial para que vaya en busca del óvulo y lo engendre; si, el esperma caliente como el fuego de dos cuerpos que se fusionan y ponen erectos mis pezones...
-Comprendo Flor de Loto…
-Marte de Fuego... ¡Serás tú el que juegue y tenga ese privilegio...!
El hombre estaba deslumbrado por las palabras de la mujer que ya completamente desnuda se acostaba sobre la cama de hojas preparadas con anterioridad, se iba arqueando dejando que el mutismo que se iba haciendo presente, sólo fuese interrumpido por el cuerpo sin ropas del hombre que iniciaba, antes de acceder a tocarlo, el acercamiento más importante hacia los pechos de la hembra presente. No podían ni debían ser más grandes, ni la piel más o menos morena y la vagina, perfectamente afeitada, estaba convertida en una fruta divida en dos, tan salvaje como las flores de la zona.
Marte de Fuego se olvidó de su pasado. No solo recorrió los pezones, sino que navegó con su lengua por la boca, permitiendo de ella lo mismo y luego los labios de la morena mujer y después fue recorriendo cada parte del cuerpo que brillaba a la luz de la luna llena que iluminaba el espacio en que se encontraban y cuando no quedaba mas que explorar de la hembra, ésta se colocó encima de él e hizo lo mismo para que luego empezara a penetrarla en la plenitud de la calentura que los envolvía.
Sólo deseaba que no llegase nunca el final y tener que dejar ese cuerpo. Pero ocurrió y se quedó tomado del cuerpo de la mujer que gemía de placer y pedía más amor y tuvo que dárselo como ella quería, como ella ordenaba. Es que se sentía como poseído por la muchacha. Era como una fruta que había estado mucho tiempo sin ser tocada por hombre alguno. Pero el alcohol que bebieron antes y después cerró los ojos de ambos y despertaron al amanecer, al escuchar el trinar de los pájaros.
Los días siguientes a esa noche fueron sorprendentes para Marte que agradecía a Dios a diario el haberlo ubicado en ese paraje del amor, de la belleza y de la tranquilidad que había pensado anteriormente, que la había perdido, como la libertad, que aunque pequeña, le había devuelto el alma al cuerpo.
Pero el Diablo andaba cerca y como queriendo arruinar todo, tuvo varias veces, cuando Flor de Loto salía al centro de Bahía para hacer las compras, la oportunidad de acercarse un poco más a la niña que crecía en medio de esa soledad, pero el hecho de saber lo que podía ocurrirle y del pasado que llevaba a cuestas, trataba de olvidarse y se perdía entre la plantación de maíz, donde se masturbaba asiduamente y regresaba, con sus deseos aliviados, a esperar a su mujer que lo tenía todo y que le daba todo lo que quería, sin prohibición alguna.
La mujer engordaba paulatinamente a raíz del embarazo, tornándose cada vez más hermosa por su condición de mujer preñada y él se sentía orgulloso de saber que ese ser que llegaría era suyo, engendrado en el amor y el deseo corporal; fruto de la unión de las transpiraciones de dos cuerpos, de dos salvajes en medio de la selva amazónica.
Los meses necesarios de la gestación transcurrieron tan rápido que no les dio ni siquiera la oportunidad de pensar en el momento del nacimiento.
Nadie lo intuyó, pero Flor de Loto llamó a sus hijos y su hombre y les habló de lo difícil que sería esta vez; que su cuerpo no tenía la elasticidad de antes y que todos debían estar presentes en el momento del parto y que él se encargaría de tomar con sus manos lo que ella pariese.
Les dijo a sus hijos que si algo malo pasaba y la luz se apagaba para ella, que acompañaran a Marte de Fuego a preparar su cuerpo y sepultarlo bajo el florido flamboyán que estaba en el predio del que eran propietarios.
También le dijo a Marte de Fuego que dejase que su hija se encargase de criar lo que pariese y que cuidara de sus hijos como si fuera su padre y que los ayudase a continuar viviendo en esa tierra que tanto peleó para ellos. Todos quedaron anonadados por las palabras de Flor de Loto que, con expresiones de dolor en su rostro, indicada el momento del parto.
A las dos de la madrugada, las temblorosas manos de Marte de Fuego recibían al niño de un color negro azulado, que salía del cuerpo a la luz y se lo puso en el regazo de su madre, pero ésta tenía la mirada fija, perdida y no lo podía observar. Su vida se había apagado, llevándose consigo al pequeño que nunca gritó, que había nacido sin vida.
Marte de Fuego se encargó de limpiar al que ya era el cadáver de su mujer y la niña hacía lo mismo con el cuerpo sin vida del niño. Él se resistía en vano a lo que había sucedido y hasta trataba con la suavidad posible el cuerpo inerte de su pareja y al amanecer, cuando las lágrimas habían cesado en parte, los varones se encargaron de hacer la fosa donde colocarían los dos cuerpos.
Cuando terminaron con el acto funerario, Marte de Fuego leyó unas palabras de un poema del Poeta Pablo Neruda que recordó y que decían:
“Ya ves, noche estrellada, canto y copa en que bebes el agua que yo bebo, vivo en tu vida, vives en mi vida, nada me has dado y todo te lo debo”.
La niña extendió un pedazo de papel y en nombre propio y de sus hermanos dijo:
“Nunca, mujer, rayo de luz, pulpa blanca de poma, suavices la pisada que no te hará sufrir. Sembraremos la llanura antes de arar la loma, Vivir será primero, después será morir”
Tiempo después autorizó a los varones, ya hechos unos hombrecitos, para que buscaran un regazo de mujer que los acunara en las noches de invierno y que a su vez los convirtieran en padres de muchos hijos, tantos como pudieran criar, sin olvidar que debían respetar a las mujeres que decidieran compartir con ellos el tiempo que Dios, omnipotente, les hubiera fijado a cada uno. Cuando esto sucedió, ellos, en recompensa hicieron lo posible para que su hermana se entregase a ese hombre que un día trajo su madre.
Al poco tiempo, Marte de Fuego desfloraba a la que no veía tanto como una adolescente, sino como una mujer que se le había ofrecido en prolongación de su madre y meses después le daba una niña a la que le pusieron Luna de Verano, como lo hubiera deseado Flor de Loto y así continuó la vida de esos seres humanos en la inmensidad de esa parte del Amazonas.
1 comentarios:
Hay en el relato un devenir narrativo que desliza al lector. Los hechos se van concatenando, y crece un aire de conflicto...¡que no sucede!
FGC
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