Selección de Cuentos Cortos
Claudio García
Río Negro
UNA CENA INESPERADA
-¿Porqué tardás tanto en traer la cena?- pregunté desde la mesa, mirando hacia a la cocina. Mi mujer se había encerrado allí hacía como media hora y no aparecía. Había dicho “sentate en la mesa, que preparo una cena en dos patadas”. Pero ahora nada. El silencio y la tardanza.
Volví a preguntar lo mismo, esta vez con más énfasis:
-¡¿Porqué tardás tanto en traer la cena?!
Decidí levantarme para ver qué pasaba. Cuando entré a la cocina encontré un cuadro de lo más inesperado. Mi mujer se encontraba muerta, recostada sobre la cocina y con su cabeza metida en una olla de agua que hervía. Primero me pregunté qué raro equilibrio impedía que cayera al piso con olla y todo. Después me dije para qué se molestó tanto, sin con un par de huevos me arreglaba.
POSTRE
La familia terminó el almuerzo en el patio, debajo de la parra, y esperó ansiosa el postre. A todos se les iluminaron los ojos cuando la madre trajo de la cocina una gran sandía.
No se apresuren que alcanza para todos – les reprendió anticipadamente.
La madre alzó la sandía a la vista de todos, como si fuera a iniciar una ceremonia secreta, y con fuerza golpeó la fruta contra la mesa, partiéndola en muchos pedazos.
-¡Ahí vienen...!- gritó con alborozo uno de los chicos.
En unos pocos minutos, atraídos por el aroma, cientos de moscas cubrieron la sandía, y casi inmediatamente todos los integrantes de la familia manotearon los insectos para llevárselos a la boca.
-¡Qué rico el postre!- exclamó el padre.
Y todos asintieron, sin dejar de comer.
EL GUARDIACÁRCEL GUEVARISTA
Hacía más de un año que me había ido de casa y vivía en una pensión. Mi compañero de cuarto era un guardiacárcel, tenía unos 21 años, dos más que yo, y trabajaba en la Colonia Penal que quedaba en las afueras de General Roca. Cuando supe que de quedarme en esa pensión -conveniente por el precio y la cercanía tanto con la universidad, donde estudiaba, como con la oficina de una empresa de transportes donde trabajaba- tenía que compartir el cuarto con un guardiacárcel, lo primero que pensé fue: "¡Aquí no me quedo ni loco!”. Después de todo yo era un militante de un partido de izquierda, trotsquista, y miraba con recelo a cualquier persona con uniforme: milico, federico o cana. Ese recelo, después de todo, era compartido por millones de argentinos porque no hacía un año que el país había recuperado la democracia y todavía estaban muy frescos todos los hechos del terrorismo de Estado. A pesar de ese primer pensamiento, debo decir que el guardiacárcel, que se llamaba Daniel, no me cayó mal. Lo primero que hizo fue presentarme a los pensionistas de los otros cuartos, y contarme cómo eran los que en ese momento no se encontraban presentes. Me dije "vamos a esperar unos días"; en última instancia podía ver la posibilidad de cambiar de cuarto con otro pensionista o irme a otro lado. La primera impresión, no obstante, fue acertada. Daniel me cayó bien, y si bien cuando yo hablaba de política decía, medio en broma, "callate loco", nos hicimos en cierta medida amigos que charlaban de cualquier cosa. Ante todo era una buena persona, y me di cuenta que no era de los guardiacárceles -que eran parte de la policía provincial- 'duros', sino que trataba de llevarse bien con los internos y no hacer migas con los guardiacárceles jodidos. Por supuesto que una que otra vez había tenido que reprimir, porque obviamente los presos no eran señoritas. Un par de veces lo vi llegar a la pensión golpeado por las trifulcas que se armaban entre los internos y los conflictos entre éstos y los guardicárceles. Pero no tenía dudas que trataba de respetar las reglas y ser justo. Lo que nunca me hubiera imaginado es que Daniel terminara conscientemente involucrado en el intento de fuga de un preso, y nada más ni nada menos que de un preso político, y que yo fuera el causante involuntario de esa conversión.
Por esos años yo me había convertido en un fanático lector. No sólo por estar estudiando. Me apasionaba leer de todo, y en especial, por mi militancia, los autores clásicos de la izquierda, la política y la filosofía. Por esa época también fumaba mucho y comía poco. Quizás esa combinación, más el ajetreo diario del trabajo y el estudio, produjo no sólo insomnio -no dormía más de 5 o 6 horas por día-, sino que hablara en sueños. Nunca supe la razón de esto, porque, entre otras cosas, no me preocupé en consultar a un médico o un especialista. Me enteré de esto por Daniel, que al despertar me contaba de todo lo que hablaba. En un primer momento creí que me estaba cargando, que era un invento, o a lo sumo que exageraba, que apenas si balbuceaba alguna que otra palabra y él lo agrandaba para cargarme. Pero resultó que en verdad hablaba dormido. Y mucho. Para convencerme Daniel empezó a tomar notas de lo que yo decía, y me mostraba esos apuntes al día siguiente. Me asombré no sólo de que hablara dormido, sino que podía explayarme en sueños sobre algunos temas mejor que en la vigilia. De acuerdo a las notas de Daniel, a veces reproducía casi fielmente páginas y páginas de libros leídos, que despierto apenas si podía comentarlas parcialmente.
Resultó que por un par de meses me dediqué casi exclusivamente a leer los libros del Che. Por ser trotskista, había una relación ambivalente con el Che. Nuestra polémica con otras corrientes de izquierda pasaba en gran medida por nuestro rechazo a la acción guerrillera y a otras variantes de 'blanquismo' o voluntarismo. Confiábamos en la tarea paciente de que la clase obrera reconociera a nuestro partido como su dirección. Una táctica bolchevique de poder llegar a una situación de doble poder para la toma del Estado, a través de una revolución tipo explosión popular, jacobina. Pero le reconocíamos al Che una serie de valores e impulsar una política contraria a la institucional del PC, a la tradicional política de 'coexistencia pacífica' que bajaba Rusia desde Stalin. La consigna de “Crear dos, tres... muchos Vietnam" era en cierta medida trotskista y se alejaba del PC y de la política castrista a partir de su alineamiento a los dictados del Kremnlin. Por estas características; por su coherencia en llevar a la praxis lo que pregonaba, y por su moral intachable en la lucha, que lo diferenciaba de las características que luego tomarían muchos grupos de guerrilla rural o urbana, casi ningún militante de la izquierda podía dejar de sentir simpatía con el Che. Por eso también, a pesar de las diferencias, todas las corrientes queríamos un poco apropiarnos de su figura, de su prestigio. Recuerdo que se comentaba que al momento de su muerte en la escuelita de La Higuera en Bolivia, el Che llevaba en su mochila un libro. Cada corriente de la izquierda adjudicaba la autoría del libro a su referente ideológico. Por ejemplo, nosotros decíamos que se trataba de La Revolución Permanente de Trotski, y los chinófilos El Libro Rojo de Mao. Como sea, yo particularmente tenía la misma admiración por el Che que otros tantos militantes, y aunque en términos generales compartía las críticas al guerrillerismo tradicionales del Trotskismo, más después del balance catastrófico de las experiencias latinoamericanas de las décadas del 60 y 70, tenía esa veta romántica que me hacía dudar un poco de esas convicciones y muchas veces soñaba o me imaginaba caminando por el monte con ropa verde oliva y un fusil en el hombro. Un poco por eso, y otro porque me gustaba leer sobre todo lo que me interesaba, cada noche, antes de -lograr- dormir, me concentraba en las páginas de lo que se había publicado escrito por el Che. Lo que no sabía es que, ya dormido, reproducía verbalmente esas lecturas y que Daniel se había transformado en un atento escucha de mi inconsciente rol de propagandista revolucionario. Daniel me comentó que hablaba sobre el Che, e incluso me mostró un par de veces algunas notas de lo que yo decía dormido. Pensé, no obstante, que esa atención era parcial, que a veces se despertaba por mi parloteo y escuchaba por unos momentos la perorata, pero nada más. Estaba equivocado. Daniel se acostumbró a esperar despierto que yo empezara a reproducir dormido las lecturas del Che, y éstas fueron transformando su forma de pensar, su conciencia. Me da risa pensar ahora que, con lo mucho que me costaba en la vigilia convencer a algún compañero de la universidad o del trabajo de la certeza de las posiciones del partido, tuviera dormido más éxito, aunque no exactamente para el trotskismo. Me di cuenta del cambio en Daniel cuando empezó a realizar comentarios muy críticos sobre la realidad e incluso pretender correrme 'por izquierda' en las opiniones cuando yo le hablaba de algunas propuestas del partido sobre el gobierno u otros aspectos de la realidad. Un día, cuando no se encontraba, me animé a espiar los cuadernos de notas que guardaba en la mesa de luz, y descubrí hojas y hojas de anotaciones del discurso guevarista, tomadas sin lugar a dudas de mis pregones nocturnos.
En la Colonia Penal donde trabajaba Daniel purgaban sus condenas presos comunes, con excepción de uno de los pocos presos políticos que quedaban en la Argentina. Es sabido que el destino mayoritario de los argentinos secuestrados o detenidos por los Grupos de Tareas de la dictadura fue la muerte, pero algunos tuvieron la suerte o el azar de ser 'blanqueados' legalmente, y en su mayoría fueron liberados en los meses de la transición hacia la democracia luego de la derrota en Malvinas. Sin embargo quedaban algunos. La teoría 'de los dos demonios' en boga en los partidos democráticos fue cómplice en cierta medida de los dictados de los jueces del Proceso y esa fue la causa que en General Roca todavía se encontraba entre las rejas un preso político, y precisamente en el pabellón donde hacía su guardia Daniel. Era Montonero, se llamaba Raúl Berdini. Como parte de los cambios 'ideológicos' que empecé a notar en Daniel, llamó la atención que hablara de esa persona. "No puede ser que ese tipo esté en la cárcel", me dijo una vez mientras tomábamos mate. Yo le respondí con ironía: "Mirá vos, un cana preocupándose por un Monto". Me replicó seriamente, y en sus dichos rememoré el léxico del Che: "Yo me siento hermanado con los que han sido parte de las luchas populares, y aunque la lucha popular se ha frenado por la ilusión democrática, será parte de nuestro destino futuro...". Después seguimos charqueando, asombrado de la conversión de Daniel. Nunca hubiese pensado que ese guardiacárcel al que saludé con resquemor al enterarme que sería mi compañero de cuarto, terminara enfrascado en polémicas que se reducían a los pocos militantes de los distintos grupos de izquierda. Pensé, no obstante, que ese rapto de izquierdismo, o mejor dicho, ultraizquierdismo, le haría ser precavido en su trabajo. Mientras tanto, su notable cambio sería favorable para que yo lo alejara un poco del Che y lo atrajera hacia el partido que, después de todo, era el único que por lo menos en teoría tenía como objetivo ganarse a un sector de los milicos y la cana a medida que nos acercáramos a una situación revolucionaria. Las circunstancias, sin embargo, corrieron por delante de mi intención.
Daniel llegaba generalmente del trabajo antes de que yo lo hiciera de la universidad, así que un día me llamó la atención no encontrarlo a la vuelta de los estudios, pasadas las once de la noche. Tampoco apareció en la madrugada ni en las horas en que despunta la mañana. Me fui al trabajo y allí me enteré de lo que había pasado por el diario y por los comentarios de algunos compañeros de trabajo. Se había producido un intento de fuga de Raúl Berdini, quien todavía tenía que purgar por lo menos dos años de cárcel, con la ayuda de Daniel que con engaños a distintos guardias y personal de seguridad lo había podido sacar a un patio exterior, para que a partir de allí, con la complicidad de la noche, pudiera saltar dos cercas de alambre en los lugares más alejados de las garitas de control que daban a la calle. Berdini sólo pudo saltar una de las cercas, fue descubierto y apresado cuando trepaba la segunda. No se necesitó mucha investigación para descubrir que Daniel lo había ayudado. Tampoco él intentó defenderse cuando lo detuvieron. Dicen que sólo respondía: "Era un compañero... era un compañero....".
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