Micro – Relato
Hugo Bommecino – Mendoza
A orillas del arroyo, de tranquilas aguas pero de color chocolate por efecto de los deshielos, se puso de cuclillas la mujer que instantes antes había cometido un hecho delictivo. Juntó las palmas de sus arrugadas manos, haciendo un hueco con ellas, las llenó de agua con el objeto de limpiar el tinte rojo de la sangre que las había ensuciado y que la delatarían. Silenciosamente efectuó el acto de restregarlas, mientras observaba cómo desaparecía la prueba del delito. No se arrepintió por la falta cometida, pero un halo de tranquilidad, cual un remolino la abrazó dejándola libre. Era la sensación de experimentaba, pero las sombras de la justicia también la envolvieron y cuando sus manos estaban secas, sintió el frío metal de las esposas que el hombre del orden las ajustara uniéndolas. -“Ahora soy feliz y aunque la sombra de la ley sea mi eterna compañera, él nunca volverá a aprovecharse de mí... soy inmensamente feliz...señor... y algún día seré libre otra vez... Vamos, lléveme...” –Dijo en un frío tono de voz. -Está bien... Vamos señora que la víctima sigue con vida y libre... aunque usted no lo piense así.
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