viernes, 14 de agosto de 2009

Carbonilla – González Carey

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Carbonilla

Cuento Corto

Fernando González Carey

Gral. Roca – Río Negro

http://www.candilsurenio.blogspot.com/

 

 

 

imageCuando nos sacamos la foto que están viendo, cursábamos el primer año del secundario en el colegio que todavía hoy está aquí, al fondo de la calle San Juan, subiendo las bardas del Norte. Si ustedes observan bien, a la derecha aparecen álamos desnudos y elevaciones arcillosas de la zona y detrás de todos nosotros la fachada del colegio, con la bandera argentina desflecada y triste. Es un grupo pintoresco, no me lo van a negar, todos ansiosos, con risa fácil y ojos que destilan asombro. Llama la atención cómo vestíamos, todavía con tiradores y algunos con pantalones cortos. El blanco y negro de la foto se confunde con el gris de la jornada, con el polvo que todos los días jugaba con nosotros. El pelado soy yo, no hay otro. Acérquense un poco más, vamos. Sí, todavía tenía un ojo tapado por el hondazo que el Huguito me acertó (él está a mi derecha, el de anteojos grandotes). Y ahora, observen a los chicos que están en los extremos, casi despegados de la foto. Una profe., recuerdo, los arrastró para que aparecieran. No lo hicieron muy convencidos, pero allí están, desalineados, con las piernas torcidas y algunos pellizcando el guardapolvo. Si se corren un poco hacia mi izquierda, atrás, van a ver a los directores. El más alto se llamaba Barotto. Enérgico, con voz de trueno, pero justo; el de al lado, el preceptor, era una anguila, siempre detrás de las macanas que hacíamos, como la de la monedita que el Huguito puso una vez pegada a la lamparita, en el portalámparas del baño de varones....Tardaron mucho en descubrir el problema del cortocircuito , sin embargo él supo quién fue.

Pero volvamos a la foto. Hay una chica que quiero mostrarles, la de la derecha, sí, esa que se esconde un poco, petisita, negra como carbón. Carbonilla fue el apodo que le pusimos. Pensar que por esta foto la descubrieron. Todavía la tengo en mis retinas, sentada donde el aula comunicaba con un archivo, con sus ojos cansados y eternizados en el pizarrón. En los recreos a veces nos alcanzaba la pelota y entonces nacía en ella una carita nueva que yo siempre busqué después. Los profes se cansaron de su aparente apatía a tal punto que ya ni la atendían, y cuando tocaba el timbre de salida, no sé, desaparecía. Después la veíamos caminando como sonámbula, gastando la tierra por las calles de Roca, con su bolsa de libros colgada del hombro. Sabíamos que era repitiente, pero ella ocultaba esta situación a sus padres que vivían para el lado del basurero del Norte. Cierta vez vino la madre a una reunión del colegio y, desde la última fila de asientos, nos miraba a todos muy seria, como enojada. Del padre nunca supimos nada, pero fue por la foto que descubrieron que estaba cursando nuevamente el primer año. Sabía imitar las firmas en los boletines, era muy hábil en ese oficio. ¡Carbonilla! Nunca más supe de ella, pero muchas veces creí reconocerla de lejos, en los grupos que seleccionaban los restos de la basura, allá, en el Norte de la ciudad.

Lo que son las cosas de la vida. Cuando la gente se para ante la foto, los del grupito del medio acaparan enseguida la atención Arrímense un poco y miren tranquilamente. Somos un cúmulo de historias dispares que no supimos qué hacer con nuestras vidas. Veníamos al colegio a jugar, a juntar amigos, a embromar. Y así los años pasaron y quedamos para el recuerdo en estos cuadros que hoy se exponen en el hall. ¡Cuántas veces, en los últimos años, no habremos visto ante nosotros un rostro desfigurado por la emoción del recuerdo, escarbando allá atrás en la foto, insistiendo en remontar un tiempo cumplido! Tal vez haya sido uno mismo de nosotros, o una madre buscando a quien ya no tiene consigo, o un padre que nunca comprendió cómo pudo alejarse tanto y dejar a su hijo a merced de los vientos. Claro que hemos visto esos rostros sin vida y sin luz, con miradas clavadas, congeladas, hasta apretadas por romper un hechizo. Fíjense en el rostro de Carbonilla de una buena vez. Ella representa el fracaso, la desidia, y no por casualidad. Todos sabemos que la educación no fue para todos, eso lo entendemos muy bien.

FIN

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