SEPULTURA
ÑANCU bautizada como “ÑUCA” por mi , después del accidente, tuvo una agonía de mas de dos horas, estaban sus dos hijos varones MANKE y KELIN y su hija RUMI RAYEN, yo el cuarto hijo postizo, permanecí a su lado, tomándole las manos atento a sus lamentos y sus susurros.-
RUMY RAYEN (ÑURY ) es una mujer hermosa, sus ojos son oblicuos, los ángulos externos de sus orbitas apuntan hacia arriba lo que le da un falso aspecto de mujer fatal, sus ojos de color platino en su máxima pureza, heredados de su madre, su tez morena, y pelo bien morocho, le dan el aspecto de una DIOSA morena ,una CLEOPATRA moderna, la amo tanto como a la madre, por su inteligencia y su infinita bondad ,ella está enamorada de un LONKO, tan pero tan feo que mi amigo ARTURO es un “Adonis” al lado de él
- Che hermano HUGO ¿ se muere ? _Si ÑURY, vos Dotor y también hechicero, yo te vi con caballos, podés sanarla ,_Veni ÑURY acercate le mostré la base del cráneo, el golpe había sido feroz, tenía 2 pequeñas fisuras por la que lentamente manaban 2 hilitos de sangre, pasale suavemente los dedos , que salieron teñidos de rojo, ahora vos que sos la hija metémelos en la boca quiero embeberme de tus fluidos y de su sangre para tener, sabiduría, valentía y bondad, en ése momento, sentí que mi cuerpo era invadido por una tremenda energía, como si repentinamente hubiese adquirido conocimientos decantados a través de los siglos, pude enterarme por los flujos etéreos, que ÑUCA fue hija de un capitanejo famoso por su valentía y su don de equidad, casada a los 15 años con un cacique ya contemporáneo con un parentesco muy cercano a SAYHUEQUE, fue secuestrada y violada por milicos blancos, de ahí nació RUMY RAYEN, cuando regresó su esposo no la creyó, la tomó por una mujer más, y tanto la golpeó que la dejó ciega.-
Se acercaron los hermanos -Che HUGO vos tenés la ciencia y brujería ¡curala ¡ no puedo entiendan no puedo ¡ llamá a tu MACCHI y si el dice que con mi vida se salva, yo estoy dispuesto a darla ¡los 4 hermanos nos abrazamos, y, como si hubiese sido un milagro, ÑUCA abriendo los ojos dijo _Che HUGO vos sos WINCA bueno, quiero sepultura MAPUCHE , y murió en mis brazos, en ése momento sublime senti que toda la musica triste de ellos inundaba mi alma.
Para cumplir con su ultima voluntad hubo que sacrificar una yegua, tomar su sangre enterrar sus vísceras para ofrendar a GUALICHU , luego se asó y se comió entre sus hijos, parientes y 2 LONKOS que no tuvieron mejor idea que exponerla a los caranchos y otras aves de rapiña,para que la pelaran hasta los huesos según su religión, finalmente la envolví en un poncho PAMPA precioso que le había regalado y la sepultamos, en la ladera oeste del cerro PILTRIQUITRON, en el MAPU donde se entierran las placentas, la pusimos en posición fetal como sentada en cuclillas y mirando al este.-.-
Ahora ÑUQUE, no está más, pero en los atardeceres, cuando reina ese silencio celestial, que anuncia la llegada de la noche, el PILTRI , mi amigo eterno, sacude un poco su vestimenta blanca, para que yo vea la imágen de la mami que me dice “CHE HUGO SOY FELIZ, SOY FELIZ, OLVIDA TUS PENAS y SE FELIZ VOS TAMBIEN¡¡, pero me cuesta demasiado , ya es mucho lo que perdí.-
Este es un relato de un hecho absolutamente verídico, relatado con mi alma en pena y mi corazón destrozado, que sólo se lo pasé a las pocas personas que supieron de ésta relación, y que si algún día lo leen, para alguien será como hablarle a una pared, pero no importa tengo mis esperanzas acaso no dicen que las paredes escuchan y hablan
F i n
miércoles, 1 de febrero de 2012
en 19:30Sepultura – Hugo Rival
Publicado por
Enrique Carlos
en
19:30
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Etiquetas: Rival Hugo














Mi “tacho “ y yo – Luis Redolfi
Mi tacho y yo (tanguera)
7 y media de la mañana de un día gris y desapacible de mediados de Agosto, día fulero para el tachero…después del 10 no queda un mango en la calle, pero se hace lo que se puede y lo que no, se compra hecho, como decía mi sabia y autodidacta abuela del campo.
Llegando a las cercanías de Lanús, con un ojo en el trafico y otro rastrillando las veredas en busca del posible Perucho descubro a un personaje estrafalario: muy alto y extremadamente flaco. Vestía un saco oscuro, muy corto y entallado, pantalón gris a rayas negras, muy angosto, calzando unos zapatos negros muy brillantes y puntiagudos. Cubriendo su abundante y canosa cabellera un sombrero negro de angostas alas, inclinado hacia la izquierda de su cabeza. Un poblado bigote negro dejaba caer sus guías bastante mas abajo de su labio inferior. Cubría su cuello y parte del pecho una bufanda blanca con letras bordadas. Me miraba con una mirada entre risueña y severa a la vez, como estudiándome despacio.
El chillido de las pastillas de freno parecían decirme: presta atención boludo!!!! Si, porque aunque parezca mentira, mi taxi me carga, me reta, me habla y….me salvo la vida varias veces.
Pensando que retrucarle, lo cual no es fácil, porque siempre que me ligo un reto tiene razón, pero esta vez, no, recién se estaba poniendo en amarillo el semáforo, cuando con una sonrisa de triunfo me disponía a contestarle adecuadamente, siento unos golpecitos en la ventanilla de la puerta delantera derecha.
Era el personaje estrafalario que me había llamado la atención metros atrás.
Estas libre pibe?
Si señor.
Ma’ que señor, el Señor esta en el cielo, llamame Félix, y vos como te llamas?
Luis, pero me dicen Luchino: yo y mi cochina bocota!! porque tuve que decirle el sobrenombre que me habían puesto mis amigos.
Pero había algo en el hombre que me inspiraba confianza. Dale arranca ya se puso en verde. Al colocar la primera me pareció escuchar una risita ahogada pero se la deje pasar al tataguan(con g con diéresis y acento) así lo bautice a mi taxi en recuerdo de mi viejo, al que le llamaba tata y guan por one, uno en ingles.
- Vamos a la esquina de Centenera y Tabaré en Pompeya, conoces?
- Siii, ahí en esa esquina esta la letra de”mano blanca” del inmortal Homero Manzi.
- Ah! pero veo que a pesar de ser pichón te gusta el tango.
- Si, lo descubrí hace poco, en la época en que trabajaba de noche, cuando buscaba al pasajero trasnochado, y el tango no solo me acompañaba con su melodía sino también con las historias orilleras que desfilaban por mi cabeza.
- Orillera dijiste?
- Si por?
- No, por nada… por nada.
El hombre se quedo en silencio, yo lo relojeaba de tanto en tanto por el espejo y veía la seguidilla de pequeños gestos que hacia su rostro.
El tata estaba silencioso el ronronear parejito de su motor era tapado por el chasquido que hacían las ruedas al pisar algún charco de agua ya que había llovido intensamente la noche anterior.
- Pibe…
- Señor?
- Que te dije del señor?
- Perdón señ…eh Félix
Así esta mejor… Mira te voy a contar una historia. Una historia orillera de esas que dan para la letra de un tango. Yo soy músico y me gane la vida poniéndole música a las letras que los poetas tangueros creaban. Así hasta que el tango empezó a decaer, y entonces me las rebusque como pude, enseñando música, tocando en alguna orquesta de mala muerte, en fin, no viene al caso. La historia que te voy a contar empieza cuando me caí a las vías del subte de Constitución. Me salve porque no me piso, me golpeo muy fuerte dado que venia muy rápido porque tenia un problema de frenos y los paragolpes fijos que se encuentran al principio del anden lo detuvieron evitando así que me pasara por encima.
Con el impacto se lastimo mucha gente, vos ni habías nacido. Fue allá por la década del 40. El diario Critica lo saco con letra catástrofe dado que hubo 30 muertos y 60 heridos. Bueno como te decía, che, se puede fumar?
- No pero si se banca el frio y abre las ventanillas puede hacerlo.No se porque pero usted me cae bien.
- Gracias pibe, vos también. - Sacando un cigarrillo sin filtro procedió a encenderlo con un pequeño fosforo blanco. Se quedo pitando exhalando grandes bocanadas de un humo azul y pestilente. El tataguan demostró su enojo con varias explosiones por su caño de escape y una porción de los gases de la combustión se coló dentro del habitáculo. - Estos Fontanares vienen cada vez peor, - murmuro al tiempo que apagaba el cigarrillo en el cenicero del apoya brazos.
No se, yo no fumo, le respondí, mientras le agradecía mentalmente a mi taxi que el hombre dejara de fumar.
- De nada, me respondió, de la misma manera. - Mira pibe te estuve engañando, no me llamo Félix, ni soy músico; mi nombre es Lucindo Romualdo Quiroga y soy el guapo que el negro Amarilla achuro, aprovechando que me distraje cuando la Luciana Ramírez pego ese grito espantoso. Luciana, percanta linda que me sorbió el seso ni bien baile el primer tango con ella. Laburaba de vitrolera y yiro a la que el negro Amarilla hacia trabajar de puta. Me termine de enganchar cuando en el peringundín la vi desnuda con ese cuerpo con forma de guitarra, con sus largas y torneadas piernas, sus brazos cubriendo sus generosos pechos, y sus ojos…ah, sus ojos, negros como una noche sin Luna pero con estrellas que titilaban como luceros mientras el rio de sus lagrimas se deslizaban por sus pálidas mejillas.
Vestite, le dije, mientras su mirada triste y resignada me perforaba el alma.
- Pero….ya me pagaste… No importa, si algún día te hago mía va a ser porque vos lo quieras y cuando digo mía es mía, sin compartir con nadie y para toda la vida. Las lagrimas se deslizaban abundantes por sus hermosas mejillas y con una deslumbrante sonrisa me dijo:
Lucindo quiero ser tuya ahora y para siempre. Fue la mas hermosa conjunción de sexo, placer y amor, sobre todo de amor.
Escapamos a Rosario y por 3 años vivimos muy felices hasta que una noche…
Volvía yo medio tarde, cansado pero contento, por fin parecía que la suerte me sonreía, mi patrón me había propuesto que me encargara del reparto de materiales de su corralón.
Por fin podía dejar las changas de albañil y con lo que ganaría, podríamos iniciar la construcción de la casita con la que tanto soñábamos, y así poder dejar la pieza del conventillo. Pero el destino siempre te emboca. Al llegar a la pieza me extraño la oscuridad reinante. Rarísimo, mi negra siempre me espera levantada arreglando alguna ropa o tejiendo. Al prender la luz veo la habitación totalmente revuelta, las sillas rotas junto con platos y vasos. Una puñalada finita se me clavo en el pecho. La camita del pibe vacía y rota sus patas, los colchones tajeados por donde se escapaba la lana y en medio de todo ese caos sostenida por el crucifijo una nota escrita en un pedazo de papel grasiento de estraza que decía:
Me robaste a la negra, la que mas guita me dejaba. Por tu culpa se me retobaron las otras putas, y el negocio se fue al carajo. Si queres recuperarlos a ella y a tu hijo venite al boliche “La Matanza”, donde dobla el arroyo Maldonado cerca de los campos de Pedro Luro, pero eso si, venite dispuesto a matar o morir mas bien a morir… “el negro Amarilla”
Estrujando la nota de rabia e impotencia la arroje al piso. Sabia la fama de cuchillero y ladino, pero no me importo, mi mujer y mi hijo estaban en sus garras. Busque entre los vidrios y la loza rotos la tabla floja del piso en donde guardábamos los ahorros y allí estaban envueltos en un pedazo de hule, atado con una cinta de esas que en la panadería te envuelven las masas finas y hasta con moñito y todo, que prolija que era mi negra. Con la mirada enturbiada por las ardientes lagrimas que se escapaban de mis ojos, eche una ultima mirada a la habitación y emprendí el viaje a Buenos Aires.
- Pibe... no vamos a Pompeya, mejor llevame donde dobla el Maldonado cerca de las tierras de Luro.
- Ah, por la cancha de Vélez. Que cosa? Vélez Sarsfield, el cuadro de futbol.
Vos decís un cuadro de fobal, como el Alumni?
- Eh..si pero, si me lo hubiera dicho antes agarrábamos por otro camino mas corto. Este viaje le va a salir un poco caro…
- Por la plata no te preocupes pibe, quedate tranquilo.
- ¿Queres cobrarme ahora?
- No ..no… No lo dije por eso, si yo se que no me va a cagar el viaje.
- Sos de los míos Luchino.Te sigo contando?
Si, por favor.
Alguna vez leí que no hay nada mas lindo que escuchar el sonido de tu propio nombre modulado por una voz agradable como la de mi extraño pasajero. Me dijo que llegado a Buenos Aires, después de alquilar una pieza en una pensión de La Boca, me puse en contacto con algunos amigos de la noche de la época en que yo también tallaba, me informaron que efectivamente el negro Amarilla frecuentaba el boliche La Matanza pero que no se sabia donde vivía, ni tampoco se sabia que andaba con una mujer que tenia un pibe. Me pase muchas noches visitando el mencionado boliche, pero el negro no aparecía. El bolichero, hombre mal entrazado de mirar huidizo, una noche, y al tiempo que me servía la ginebra que yo todavía no le había pedido y mirando para todos lados en voz muy baja me pregunto:- ¿Usted lo anda buscando al negro Amarilla?
- Si, porque usted sabe algo?
- Si, pero como se dará cuenta es muy peligroso para mi.
- Cuanto? - Le pregunte viéndome venir lo que seguía. El hombre me lo dijo después de regatear un rato y me dio una dirección del bajo flores.
Allí me encontré con algunos amigotes del negro, cómplices seguramente de sus fechorías. Estos, pago por medio, se ofrecieron a llevarle una nota en donde lo intimaba al negro a encontrarnos el Sábado siguiente a la medianoche, en el bar La Matanza, claro, siempre y cuando fuera lo suficientemente hombre y que también llevara a mi mujer y mi hijo.
Llegado el día del duelo, me apersoné bastante antes de la hora fijada y me puse a recorrer los alrededores, era una noche muy oscura y el barrio era muy pobre compuesto por muy pocas casas e iluminado malamente. A unos cien metros del boliche había un galpón semi derruido en donde me pareció escuchar el llanto de un niño, al acercarme entre las sombras descubro un auto estacionado al costado del galpón la tenue luz de su interior me permitió ver a mi mujer que abrazaba desesperada a nuestro hijo mientras un sujeto agarrándola del pelo le pasaba un cuchillo por la cara mientras que el otro, sentado al volante, al tiempo que armaba un cigarrillo, se reía entre dientes.
Hirviéndome la sangre, abrí de un tirón la puerta trasera y aferrándolo del cuello a quien amenazaba a mi mujer lo arroje al suelo pegándole una patada en pleno rostro. Se escucho el sonido que hace una madera al quebrarse seguido del grito de dolor del individuo. Una vez que dejé fuera de combate al que amenazaba a mi familia, me dispuse a enfrentarme a su compañero que saliendo por la otra puerta, se dio a la fuga llamando a los gritos al Negro. Dejé que se fuera y me abracé a mis dos amores. Sollozando quedamente, mi mujer se me abrazo quedando nuestro hijo entre los dos.
-¡Bajate, mierda!- me grito la inconfundible y rasposa voz del Negro mientras me clavaba el cañón de un revolver en mis riñones.
Me baje sintiendo la bronca y la frustración por haberme dejado madrugar. Sin dejar de apuntarme me condujeron al interior del boliche y ahí entregándome mi cuchillo que anteriormente me había quitado uno de sus secuaces, el Negro me dijo: -Tomá si sos hombre vas a pelear conmigo en duelo limpio y el que gane se queda con la mina y el pibe. ¡Que nadie se meta. El Negro Amarilla se basta y sobra para despachar a este infeliz!
El sonido de murmullos de aprobación se mezcló con el Sollozo de la negra que afirmando a nuestro hijo me miraba con ojos angustiados, mientras intentaba zafarse del sujeto que la aprisionaba con su brazo al rededor del cuello. -¡Soltala hijo de puta! le grite con toda la rabia y la angustia que me producía el dolor de mi compañera.
-Tranquilo Lucindo, la va a soltar cuando me ganes la pelea, no antes, y como eso no va a ocurrir...je je.
Su burlona risita me crispó los nervios al tiempo que se me congeló la sangre cuando sacando un cuchillo, el asqueroso individuo se lo apoyó en el pecho al pibe.
El traicionero del Negro se me abrazó y a duras penas pude evitar el puntazo que iba dirigido a mi pecho. Una fría calma me invadió, mi rival en pelea limpia, era poca cosa para mi. Pero era yo contra cinco secuaces, y uno de ellos la tenía agarrada a mi mujer y a mi hijo.
Por otro lado los otros parroquianos y el bolichero no iban a mover un dedo por nosotros. La única alternativa que me quedaba era llevar la pelea a la calle y allí tratar de llamar la atención de los vecinos. Era una muy pobre posibilidad, pero no se me ocurría otra. Reculando lentamente y haciéndole creer que me podía (hasta dejé que me hiciera un tajo en el brazo) nos fuimos acercando hacia la puerta. La algarabía que armaban los secuaces del Negro era indescriptible, lo cual convenía a mis planes.
-Antes de matarte voy a decir algo muy cómico ¿sabés cual es mi nombre?...LUCINDO, ¿qué te parece?. Somos tocayos. Que broma ¿no?
Ya estábamos afuera del boliche y lo que acababa de decirme lo tomé como una burla, lo que hizo que odiara aún mas a mi rival.
Por el rabillo del ojo vi como se encendían algunas luces en las ventanas de las casas linderas y se oían ruidos de corridas. Viendo que se cumplía lo que había planeado arremetí contra mi "tocayo" logrando que se percatara que era yo el que tallaba ahora. El Negro se las veía en figurillas para parar la supremacía de mi ataque emitiendo un aullido cuando le tajeé la mejilla izquierda. Ante la vista de su propia sangre se me vino al humo en ciega embestida. Lo esquivé con facilidad y al pasar trastabillando a mi lado le clave la muñeca haciéndole caer el cuchillo. Con una mirada de increíble estupor y barbotando palabras incoherentes intentó darse a la fuga pero no pudo, yo agarrándolo de la pechera y poniéndole la punta de mi cuchillo en la garganta y le dije: -Y ahora Negro hijo de puta?
-Por favor favor Lucindo no me mates. Llevate a la negra, a tu hijo y todo lo que tengo, pero no me mates, por favor...Todo esto dicho entre medio de aterrados sollozos.
En ese momento pasaron por mi mente las felonías que me había hecho. Mi vista se nubló y empecé a ver todo rojo. Mi mano empezó a crisparse en la empuñadura de mi arma, cuando en ese momento...
- Ay pibe...
Esperando que continuara lo miré por el espejo y lo que vi me altero profundamente, no estaba, Lucindo había desaparecido. ¿Tata que pasó?
- No pasó nada Luchino. Lo afecto tanto el recuerdo que se diluyó pero no te preocupes ya vuelve.
Sin entender ni jota lo que me había dicho mi auto volví a mirar y ahí estaba mi pasajero. Se lo veía calmo pero con la mirada perdida, como si su espíritu estuviera muy lejos.
- Don Lucindo se siente bien?-
- Si pibe, no hay problema. Falta mucho?
Echando una mirada a la altura de la Avenida Juan B. Justo le dije : - No, unas treinta cuadras. Después de la cancha de Vélez unas diez cuadras más. Pero, y después, que paso?
-En ese preciso momento, justo lo iba a degollar a ese mal nacido, justo ahí escuche a mi negra que con infinito terror me gritaba -¡Lucindo mirá lo mato a mi hijo!!
Las cosas se precipitaron a una velocidad increíble, girando sobre mi mismo veo a mi compañera llevando en brazos al niño que lloraba desconsolado abrazado a su madre de cuyo brazo manaba abundante sangre (se ve que la cuchillada dirigida al pibe la paró con su brazo), gritos, corridas y el sonido inconfundible del pito de los canas que se acercaban al lugar. Y aquí termina la historia: un intensísimo dolor en mi costado izquierdo me hizo volver mi atención al Negro, quien aprovechando esos segundos de distracción, se agachó a recoger su cuchillo y me lo clavó al costado de mi pecho.
-¡Perdiste, mierda, el Negro siempre gana!
Gritos, corridas, puteadas, todo esto lo percibía como a través de una espesa niebla, mientras me deslizaba al suelo.
-Lucindo Romualdo, mi amor, mi único- Alcancé a escuchar a mi amor mientras se arrodillaba a mi lado y acariciaba mi frente con una mano, la otra sostenía a mi hijo quien sonriendo mientras me miraba balbuceó muy bajito -Pa_pá?
Con esta imagen se me hizo la noche, la mas oscura noche...
-Pero, pero, ¿qué pasó? El Negro lo mató? Sí pibe, me mató. Pero mirá ya estamos llegando, parate ahí, en esa casa la que tiene las rejas negras con florcitas blancas.-
Detuve al Tata frente a una antigua casa de esas tipo chorizo que tenía un pequeño jardín en su frente donde se encontraba un hombre muy anciano que se dedicaba a regar los rosales.
-Esperame, Luisito-, me dijo mientras se bajaba y acercándose a las rejas murmuró - ¿Como estás hijo de puta?-
El hombre se volvió sorprendido y al verlo a Lucindo tiró la regadera que tenía en la mano y llevándose la mano al pecho exclamó con evidente terror -¿¡Vos!? ¿Pero de donde saliste?
El estruendo que producía el paso de varios camiones me impidió escuchar la respuesta de Lucindo. Solo veía como se descomponía el rostro del anciano mientras que gesticulaba como si negara lo que le decía mi pasajero.
-Ahora por fin podré descansar en paz- le dijo Lucindo al viejo
Esto lo escuche porque habían terminado de pasar los camiones.
El hombre se recostó en un árbol que había en el medio del jardín, deslizándose lentamente hasta quedar sentado en el suelo y con una mezcla de aullido y sollozo gritó
-¡¡¡NOOOO!!!
-Vamos pibe!- me dijo Lucindo al tiempo que subía a mi taxi.
-¿Pero quién era ese hombre?- le pregunté totalmente perplejo
-Ah, ese, era el Negro Amarilla
-Pero, como?...
-Te explico. Después que me achurara, los chafes, los canas lo metieron en gayola por muchos años, el Negro no solo ejercía la trata de blancas, sino también estaba metido en la droga y en las apuestas. Por buena conducta lo largaron a los veinte años y desde entonces se dedica a espectáculos tangueros y le fue muy bien. En cuanto a la negra volvió con sus padres allá en la Patagonia, nunca se casó, y mi hijo que es doctor y que ejerce en un pueblito entre dos montañas y muy cerca de un lago. Ya me dio un nieto, que, mirá que casualidad, se llama como vos.-
- Pero, pero ¿como es posible que esté aquí, si, si usted está muerto- dije susurrando.
- Mira pibe, aunque te lo explicara no lo entenderías, todavía no estas preparado, pero que te baste saber que la muerte no existe. Somos espíritus y por lo tanto eternos. Esto que los humanos llamamos "vida" es una mera ilusión pero además es una escuela de aprendizaje. ¿O acaso entendes a tu auto? ¿No es que simplemente lo aceptás?
-Si, es cierto. No lo entiendo pero lo acepto y también lo quiero mucho.-
-¡Bravo! ese es mi pollo. Bueno Luis aquí me bajo, ¿cuanto te debo?-.
Volviendo la vista hacia adelante me di cuenta que estábamos estacionados junto a una plaza. Asombrado me día cuenta que el Tata nos había llevado hasta allí. Y el reloj marcaba cero.
-Nada, don Lucindo me basta con haberlo conocido y su historia es mi propina-
-¡Chá que sos de ley pibe! Acepto tu regalo y te adelanto que te va a ir muy bien en la vida. Cuidate, o mejor dicho, dejate cuidar, ¿no es así Tata?-
Se escucho un "si" resignado proveniente del parlante de la radio.
-Se puso en verde arrancá dale- dijo el Tata
Mirando a mi alrededor me percato que estoy en punta de la plaza de Lanús donde subió mi pasajero, me inclino hacia el asiento trasero y no había nadie. Del cenicero del apoya brazo derecho asomaba una colilla de cigarrillo. Un coro de bocinazos me hizo arrancar el auto, mientras que un torbellino de pensamientos se atropellaban en mi cabeza.
¿Fue real?
¿Acaso lo soñé? Yo sentí su mano apretando mi hombro.
¿Que fue lo que pasó Tata?
-Cosas, señales, lecciones.¿Quién sabe?- dijo el Tata
Me vino a la mente la última frase de Lucindo
-¿Tata vos sos mi ángel de la guarda?-
-...-
-Tataaa...-
-No preguntes boludeces Luchino. Siempre el mismo tarado che...-
-Y vos el mismo sabelotodo que no sabe nada...-
-Sí, pero yo...-
Así seguimos todo el día discutiendo como siempre lo hacíamos, pero esta vez con elocuentes silencios que demostraban cuanto nos había afectado la experiencia vivida con nuestro primer pasajero del día.
Trabajamos muy bién esa jornada. Tan bién que me permitió el lujo de hacerlo lavar al Tata. Ahí me acorde del pucho, pero cuando fui a ver el cenicero, el muchacho del lavadero ya lo había aspirado. Renegando por haberme perdido la única prueba de la existencia de mi pasajero me fui haciendo a la idea de que fue un sueño.
A la mañana siguiente mientras desayunaba y todavía dándole vueltas a la experiencia del día anterior, la radio que hasta ese momento emitía los inmortales compases del tango Mano Blanca, se interrumpió con la excitada voz del locutor que decía: -Interrumpimos nuestra programación para dar una noticia de último momento "En el jardín de su casa sito en Juan B. Justo al 8400 de ésta capital se hallo muerto al famosísimo autor, compositor y productor de tantas obras de nuestro acerbo tanguero Don Lucindo Amarilla, más conocido como "El Negro Amarilla". La más destacada de sus obras fue el tango "Una Historia Orillera" en donde narra el duelo de dos guapos por el amor de una mujer, curiosamente fue la única que firmo con el seudónimo de Félix Sol. El cadáver se encontraba sentado en el suelo de su jardín apoyado en el tronco de un árbol.
Lo más insólito de esto es la beatífica sonrisa que iluminaba su rostro.
Azorado apagué la radio y me vino a la memoria la frase de Don Lucindo: "Te digo pibe, que no vengo a vengarme del Negro, vengo a ayudarlo a ver si esta vez pasa de grado".
Lentamente me dirigí a donde me aguardaba el tata quien tenía abierta la puerta trasera derecha. Intrigado me acerque a cerrarla y fue entonces que en el piso se encontraba un pequeño bulto, al levantarlo veo que se trataba de un arrugado paquete de cigarrillos sin filtro en cuya marquilla se veía el dibujo de unas palmeras con la palabra Fontanares atravesada en diagonal. Sin dar crédito a lo que veía noto que lentamente se va esfumando dejando vacía la palma de mi mano.
Sin ánimo para intentar comprender lo que había visto, puse en marcha al Tata al tiempo que lo saludaba.
-Buen día Tata parece que va a ser un lindo día-
-No te hagás el boludo y acordate que hoy tenés que cambiarme el aceite-
-Pero si hace apenas tres semanas que te lo cambié-
-Si, pero ¿te olvidás del viajecito que hicimos el martes a Bahía Blanca?-
La rutinaria discusión que siempre manteníamos me indico que volvíamos a la normalidad.
¿Volvíamos a la normalidad?
FIN ?
Luis Adolfo Redolfi. 18 de nov 2011
Publicado por
Enrique Carlos
en
12:01
3: Gracias por enriquecernos con tu cometario.
Etiquetas: Redolfi














martes, 24 de enero de 2012
en 10:41Listado de trabajos publicados en este espacio
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Felicidad trunca o prolongada? - Bommecino
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Veníme a ver, infeliz - Ameijeiras
Por un plato de Lentejas - Ameijeiras
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El aniversario del Pueblo - Gandulfo
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Las Quitapenas - Sergio Zárate
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La Mansión en Llamas - Bommecino
Invernar-Mansamente-Empujar - Torres
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Guía para Humanos Concientes - Li Mayer
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Terapias Complementarias - Ameijeiras
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María Luisa Martínez Ruíz (poesía)
La Justicia del Ladrillo - Cogorno
Publicado por
Enrique Carlos
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viernes, 17 de junio de 2011
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Carlos Rey Cuentos y Poemas de Otros Compilación de cuentos y poemas
Carlos Rey El guardia en la jaula Novela - Ed. Grupo Amigos libro Patagónico 2006
Carlos Rey Motoco, valles de El Bolsón... Relato - Ed. propia 2007
Carlos Rey Nahuelito, el misterio sumergido Novela e Información - Ed. Caleuche 2008
Carlos Rey Escaladas en las Agujas del Catedral Relatos de montaña - Ed. Propia 2008
Carlos Rey Montañas, relatos en Patagonia Relatos de montaña - Ed. Propia 2008
Carlos Rey El libro del Piltri Relato del Refugio y el Cerro Piltriquitrón
Carlos Rey Cuentos de la adolescente mujer Cuentos - Ed. propia 2009
Cuqui Honik La Selva iluminada Cuentos
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jueves, 11 de noviembre de 2010
en 23:18SECRETOS DEL DESIERTO (Ester Faride Matar)
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jueves, 2 de septiembre de 2010
en 16:53Uno – Ester Faride Matar
UNO…
Uno siempre cree y se imagina.
Uno cree que el dolor roza la piel del otro… y que le duele hasta pedir socorro…
Uno cree que las alegrías son propias y las desparrama por el aire… hasta que llegan renovados jubileos.
Uno siempre cree y se imagina.
Se imagina que a nuestra piel no le embate el pasar del calendario.
A los otros… sí.
Que las penas son ajenas.
Que las dolencias desconocen nuestro domicilio.
Y un día cualquiera ya no cree ni se imagina, porque el sufrir tocó nuestros huesos y se convirtió en una batalla por ganar.
Nos quedamos inmóviles en la vera del sentimiento reaccionando ante los vientos contrarios del pensar…
Del sentir…
Los otros pasamos a ser nosotros mismos.
Nosotros mismos pasamos a ser los otros.
En esa fusión de los otros y nosotros, coexiste la gelatina existencial de lo real…
Sin darnos cuenta vamos incorporando los supuestos del etéreo mundo que habitamos y no queremos consumir más bagatelas…
Nos sorprende abrir las ventanas y contar las gotitas de la lluvia y deleitarnos en los aromas que emergen de un patio… y entender que el silencio no es sinónimo de soledad sino de un reencuentro.
Necesario…
Ineludible…
Saludable…
Afirmo que mi piel se viste con la piel del otro y el otro se viste con m piel.
Escucho…
Mi alma me susurra a los oídos y varias voces se mezclan en secretos.
Este milagro de meterme en los de afuera produce la magia que ellos, los de afuera se incrusten en mi ser…
Piensan y pienso.
Somos todos iguales ante el dolor y la alegría.
La perspectiva de igualdad me vuelve inconsistente en esta tarde ocre y me indago y me invento en los otros…
Como nunca…
Por la vidriera inmortal de las estrellas, se desprenden luces de colores advirtiendo la llegada de una etapa diferente…
Cerrando círculos de antaño…
Esparciendo manojos de respuestas, con pétalos de esperanzas e ilusiones…
Que estimulan mis aciertos y los tuyos.
Que fusionan realidades y utopías en el contexto universal de los sentidos…
(Ester Faride Matar)
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domingo, 22 de agosto de 2010
en 16:11La noche de las Arañas – Ameijeiras
La Noche de las Arañas
Cuento Corto
Enrique Ameijeiras – El Bolsón (RN)
A pesar de la lluvia torrencial, el calor no cedía. Los limpiaparabrisas no daban abasto con su tarea. Sobre el pavimento, las gotas de agua rebotando y el vapor elevándose, daban la sensación de estar flotando sobre una nube de plomo.
Ya iba a caer la noche, a pesar que nada hacía presumir que aún fuera de día.
Avanzaba lentamente y mis nervios estaban a punto de estallar; El ruido ensordecedor de la lluvia sobre el techo, el de los chorros de agua contra el chasis y el maldito e hipnótico tic – tac del limpiaparabrisas me estaban matando. Al poco de sufrir tanta tensión, no veo un bache cubierto de agua, lo paso violentamente. Mi auto da un salto luego de un golpe brutal que me dolió a mí y se detiene el motor. Con la inercia avanzo unos metros más y cuidadosamente bajo a la banquina. ¡Ahora si que estoy jodido!- dije entre dientes. La lluvia, la soledad, el lúgubre panorama que me rodeaba, y mi decidida inoperancia para la mecánica, me hundieron en la butaca por unos instantes.
Cuando amainó el viento decidí hacer lo que la mayoría hace: abrir el capot, rascarme la cabeza y empezar por tocar cuanto cable, caño o aparatejo yaciera frente a mi. Por supuesto, nada anormal se veía a simple vista. Claro que el que no sabe es como el que no ve. «La pampa es grossa y la p... que lo re parió...» Esa era mi grito primate, cuando metía la mano entre metales muy calientes o cables engrasados. Entre toqueteada y puteada, subía al coche y le daba arranque, bombeando frenéticamente el acelerador.
Ya agotado de tanta tragedia, y sin lograr ningún resultado, me senté, puse mis manos en el volante y dejé caer mi cabeza sobre él. Un bocinazo me hizo dar un respingo. Por supuesto que no era otro coche sino yo mismo. – ¡Que cagazo! - grité exasperado. ¿Que más me puede pasar ahora? - gemí acongojado. Y la vida siempre te sorprende. Nunca digas peor no puedo estar, por que siempre hay algo de imaginación en esta tierra vasta y generosa para joderte la vida: Frente de mi, en el parabrisas, a escasos 20 cm de mi nariz, como resbalando por la humedad, queriendo ascender, una tremenda, gordota, repugnante y rechoncha arañota. Si, una araña que, lejos de parecer una calcomanía, se movía pesadamente en tri dimensión. Un sudor frío corrió por mi frente, cuello y espalda, y no se si fue sudor u otra excreción lo que empapó mis calzoncillos.
Ahora, algunas apreciaciones:
1) soy aracnofóbico,
2) casi no había luz,
3) La bicha era realmente muy grande,
4) Nunca maté una araña en mi vida, solo, tal vez, con la indiferencia del cobarde que huye con sus piernas como ventilador por la carretera.
Con un hilo de esperanza volví a encender el limpiaparabrisas rogando que la araña estuviera del lado de afuera. Minga, estaba ahí, del lado de adentro, frente al conductor que a la sazón era yo.
No tardé un segundo en saltar del vehículo a la calle. Cerré de un golpe la puerta y a esa hora estaba más jodido todavía.
- Esto es el colmo. Solo en la Patagonia, casi llegando la noche, con una terrible araña Pollito, con su ocho patas y dos púas, esperando para clavarlas en mis trémulas carnes. ¿Qué más podía pasar?
Miré despacio dentro del auto, por suerte la luz interior estaba prendida. Ahí estaba, como una mano tensa, impaciente, tamborileando sus dedos. Di otro grito primate que me salió desde el centro mismo de mis entrañas. Decidí hacer algo, no podía quedarme allí parado.
Fui al baúl y busqué algo para matar la bestia. Me corrían por el cuerpo un centenar de patas peludas. Cada gota que surcaba mi rostro era contrarestado por un sopapo que me daba a lo bestia, pensando que era un insecto.
Abrí el baúl, había herramientas, un palo... Si un palo, ¿que menos? Ah! También una linterna, que bueno, ya era de noche. Me armé de coraje, cerré la tapa y me dirigí decidido a enfrentarme con el diablo.
Peor que ver una enorme araña es, no verla y saber que está allí, en alguna parte. No estaba más. Desde afuera recorrí con la luz de la linterna todo el frente, el techo, la consola, los asientos, el piso. Nada. No había caso, no estaba más. Seguro había encontrado un recoveco para hacer su nido.
¿Qué más, que más puede pasar? Gritaba enloquecido, mirando el cielo.La lluvia era más suave; ni un puto coche pasaba por ahí, ni un camionero que me diera una mano.
Decidí caminar, dejar el puto auto en la puta carretera, con las llaves adentro, las luces prendidas y el parabrisas accionándose intermitentemente.
Como un autómata seguí mi sombra unos metros, pero algo fantasmagórico estaba sucediendo en ese instante: frente de mi y, no solo frente de mi sino, por todos lados, rodeándome, una espeluznante procesión de arácnidos tan groseros como mi copiloto, cruzando la ruta. Seres repugnantes, como una nube ponzoñosa queriéndome cubrir.
Presa de una ataraxia irreal, como un zombi que vuelve a su tumba, retorné a mi coche. No quise mirar que provocaba ese ruido a nueces rotas a cada paso.
Como quien sube una escalera, pisé primero el paragolpes, luego el capot, y de un salto subí al techo del coche. Con la linterna me golpeé, siempre "a lo bestia", mis pantalones, para desprender algún eventual arácnido. Ya estaba entregado a mi destino. La lluvia volvía y se iba a su antojo. La caravana era interminable. Por suerte, desde mi atalaya divisaba la superficie de mi vehículo, cuidando que las hordas no subieran por mi. Las luces iban atenuándose. La batería estaba por agotarse irremediablemente. Eran las tres de la mañana, cada tanto me estiraba y miraba el interior para localizar a mi involuntaria pasajera. Nada. Estaría durmiendo a ocho patas anchas.
Entre tiriteos, cabezazos y sobresaltos noto un resplandor en el horizonte. Si. Era mi salvador. Seguramente un grueso camionero, con brazos peludos y robustos, consecuente con esa tradición de ayudar a los menesterosos de la ruta.
Me paré y empecé a hacer señas con mis brazos, como si fuera difícil ver un loco empapado hasta las pelotas, a los saltos sobre un renault 12 blanco en el medio de la noche.
No fue un camión el vehículo salvador sino, un pequeño rodado que se estacionó frente de mi. Tampoco un “pícnico” chofer experimentado el que descendió del vehículo. Sino una pequeña, pero muy bien formada cuarentona que me miraba con sus ojos claros, como Favio Zerpa observaría atónito su primer contacto del tercer tipo.
Luego de unos segundos de titubeos y vanos devaneos, la curiosidad pudo más que el espanto y la frágil señora dio un paso hacia mi.
Cuidado – le grité – Hay arañas. Ella se sobresaltó , miró el pavimento y empezó a avanzar con cuidado, como Maya Pitziscaia en el cascanueces. ¿que le pasó? Me cuestionó sin retaceos. Me sentí un tanto incómodo. Ella de pie y yo sentado, con mis patitas colgando como un nene atemorizado, le hubiera pedido que me hiciera upa, de no haber sido la dama en cuestión de tamaño reducido. Pensé un instante en lo que hubiera pensado si hubiera llegado un grueso camionero en su lugar, ante un espectáculo tan peculiar.
– Mire, tengo varios problemas: Se paró el coche y no lo puedo hacer arrancar, pero adentro, y no se donde, hay una araña gigante. Yo soy alérgico y....
-¿A ver? Dijo resuelta la muchacha y abrió la puerta delantera, se fijó, levantó las alfombras sin percatarse de mis escalofríos. Se tiró debajo de las butacas, me pidió la linterna y registro todo el coche. ¿Estás seguro que la viste? -Preguntó lo mas campante.
-Si, es enorme, estaba en la luneta delantera del lado del volante ....
Ahí está – dijo ansiosa- yo levante mis pies, me sentía muy ridículo pero no iba a hacer nada para disimular mi cagazo.
-Dame un pañuelo.
-¿Qué vas a hacer? – inquirí angustiado
-Dame un trapo o algo así... Rápido –ordenó
yo busque en mis bolsillo que eran muchos, -No tengo nada.
-No importa, aquí hay una franela.
-Esta mina está loca y yo me voy a desmayar. -pensé mientras me rascaba violentamente la nuca.
Estuvo un buen rato lidiando con la «pollito» por risueño que parezca el nombre; le hablaba con dulzura, le pedía por favor que se entregara, hasta que de repente el grito de Eureka.
-Ya está, hummm..., si que es un buen ejemplar. - Sacó su pequeño cuerpo de mi auto, blandiendo la amarilla franela. Con suavidad depositó en el piso la bicha que sin más, se perdió entre los yuyos, a la vera del camino en busca seguramente de su comparsa.
-Bueno, ahora ¿a ver si anda ésto? Lo dijo por mi coche. Se sentó y le dio marcha, no funcionó, se bajó como una ardilla, levantó el capot.
-¡aja! – gritó –Se desconectó un cable del distribuidor, debés tener el chasis roto, se movió el motor y se zafó este contacto.
Chino básico para mi. – A ver, a ver... – Se sentó nuevamente, le dio arranque, el motor giró pesadamente y arrancó. Yo seguía sentado en el techo de mi auto, solo que mi boca estaba más abierta que el capot del vehículo, me sentía tan ridículo pero feliz por escuchar el motor de mi abollado auto. Cerró el capot y yo mi boca. Me bajé de un salto no sin antes cerciorarme que ya había pasado la procesión "ochopática", me quedé mirándola a los ojos esperando que me dijera alguna ironía o algo que me humillara aún más. Lejos de eso, me dio la mano y me guiño un ojo.
quedate tranquilo, no tenés más arañas. El coche anda bien y ya esta por amanecer, andando un poco vas cargando la batería.
Debés pensar que soy un idiota... – le confesé
-No digas eso, te la bancaste muy bien. No es fácil lidiar con los miedos.
Bueno... Yo no lidié mucho que digamos, al contrario. Me hubiese quedado toda la vida aquí arriba de no ser por vos.
Me están esperando – dijo mirando su reloj.
Ah, si... Claro, gracias, muchas gracias... pero... ¿te debo algo? ¿qué puedo hacer por vos en agradecimiento?
Ella era hermosa, blanca, muy blanca, mucho más aún en contraste con la noche, su tapado negro, solo cortado por la hebilla roja de su cinturón.
Me tomó de las orejas con ambas manos y jaló suavemente hasta posar sus labios sobre los míos. Yo estaba muy confundido, pero me dejé llevar por la situación. La abracé tímidamente y ella enredó su pierna en la mía. Nos miramos un instante muy breve y volvió casi furiosa a besarme mientras con una mano desabrochaba la hebilla roja de su tapado negro.
Como explicar que, bajo ese tapado no había mas que un cuerpo desnudo, blanco como la nieve, pero fogoso y dulce como el azúcar.
No voy a continuar con el relato, por que no soy hombre jactancioso, y a juzgar por mi experiencia anterior, no fue mi masculinidad lo que deslumbró a mi compañera, lo dejo librado a tu imaginación y obviaré mencionar lo imaginable, por que no extrañé la horizontalidad, ni la propia desnudez para gozar de lo gozado.
Con mis labios recorrí su pequeña humanidad varias veces, ella usó mis piernas para mantenerse en pie. Las brisas abrasadoras de su aliento desbastaron mi piel y me sentí devorado por sus labios de fuego.
Que loco... Solos en la ruta, con los coches en marcha, sin lluvias copiosas, ni arañas indiscretas, los dos, al mismo tiempo amanecimos de placer como el día a nuestro alrededor.
Ella quedó como dormida en mis brazos y, aún así sus piernas aferradas a mi cintura no se desprendían. Caminé lentamente hasta su vehículo, abrí con cuidado la puerta y la deposité suavemente en la butaca del conductor. Aún era presa del éxtasis orgásmico y una sonrisa angelical iluminaba su rostro aniñado. No me sorprendió ver una pistola 9 mm en la guantera, viajar de noche por estas rutas inhóspitas es muy peligroso. Lo que si me conmovió era el titular del periódico de Río Negro, sobre el asiento del acompañante:
“FRENÉTICA BÚSQUEDA DE LA VIUDA NEGRA: La policía sigue la pista de la misteriosa asesina conocida de esta forma por asesinar a sus ocasionales compañeros....."
No pude seguir leyendo. Un micro venía a toda velocidad, ella abrió sus ojos y me miró fríamente. Me erice y otra vez el sudor frío, la sensación de miles de arañas recorriendo mi piel. Me subí la bragueta y corrí hacia mi coche, subí, puse primera, al rato puse la cuarta y me alejé raudamente. Tras de mí, la viuda negra, las arañas, la lluvia, la noche, los miedos y la incertidumbre de saber si era o no era la asesina del camino, el tremendo misterio de saber si los miedos paralizantes nos cuidan o son sencillamente los asesinos de lo que pudo haber sido.
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martes, 10 de agosto de 2010
en 16:12A mi manera – Faride Matar
A MI MANERA…
Te concebiré nuevamente en las huellas talladas en la arena.
En esas mismas huellas que jugando a ser perfectos, intentamos coincidir con tus pasos y los míos.
¿Recuerdas? Comenzaba el otoño y las noches vestidas de verano nos incitaban a robarle sonrisas a la luna, despachando besos en manojos de caricias entusiastas.
Reíamos…
Enredábamos pedacitos del viento entre los dedos y en forma de barrilete, sostuvimos un hilo imaginario en fundidos abrazos encubiertos.
Transgredimos el espacio en su cúpula celeste…
Traspasamos hipotéticamente la inmensidad del mar…
Fuimos…
Somos…
Somos maestros y aprendices que al unísono proyectamos un mañana con sumatorias de instantes…
De hoy y de ayer… *Ester Faride Matar*
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domingo, 8 de agosto de 2010
en 23:50Momentos – Faride Matar
MOMENTOS…
Me desperté como siempre, a las 6 de la mañana.
El reloj biológico es el sustituto de cualquier alarma para despertarme. Abrir los ojos, desperezarme como un gato en la cama y pisar las baldosas es un ritual que siempre ejerzo.
Miento.
Esta vez lo practico de una manera diferente, porque un nuevo amanecer es distinto al anterior.
Tengo deseos de escribir, me siento, abro el cuaderno y no tengo nada para escribir de lo mucho que tengo para decir. Pienso.
Intento dejar la mente en blanco para visualizar un tema y nada aparece.
Intento.
Vuelvo a mirar el blanco de la hoja y las palabras se escabullen holgazanas como queriendo ocultar lo que pretendo articular y las letras forman ruedas titulando ideas que nada me señalan.
Que todo me oculta.
Y me detengo…
Me analizo.
Esa rara costumbre de analizarme me rotula las ganas de perder esa costumbre rara de analizarme y extravío adrede un pensamiento para engañarme y no me pienso.
Regreso al curioso anhelo de plasmar palabras en un verso y la pasión se revuelca entre recuerdos arrastrando mis cabellos para que invente nuevamente remembranzas.
A las 6 de la mañana me imaginé un Tuareg.
Caminé descalza por el pasillo y al final del mismo el espejo me devolvió un insomnio con gusto a gustarse, y cómodamente esa misma silueta dibujada en el espejo, se sentó…
Acarició forasteramente una lapicera y sin querer…
una gota de tinta se durmió en el diván…
*Ester Faride Matar*
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jueves, 5 de agosto de 2010
en 10:35Celda tácita
inquieto duende que saltas de la poesía a la prosa,
desculando mariposas confundidas con las flores,
quién diría que
canta el pájaro encerrado,
cuando es mudo el que vuela libérrimo.
Su émulo calla y hace del silencio
otra jaula, transparente y etérea,
para que las fieras no hagan de ella presa,
en cambio, la prisionera
se desgrana en cada nota,
como evadiéndose de su prisión,
como evacuando el corazón de su propio ser.
Notarás que cierra sus ojos, como quien cierra las ventanas
antes de la partida,
Eleva su cabeza, como quien supiera
que la libertad está arriba,
que la libertad está afuera.
La Verdad Amigo Tower,
Que ambos pájaros están encerrados.. .
encerrados en encierros encerrados, que se encierran, cerradamente, en un cerramiento tan cíclico y brutal, como sutil y moderado,
jamás podrán volar dejando atras el encierro ancestral de las mamoushkas de la vida.
Nacemos y empezamos a morir,
y en tal carrera, nos entretenemos con la vida.
Enrique Carlos Ameijeiras Bustamante
PD: Todo lo que uno tiene que hacer pa' levantarse una mina.
PD: Todo lo que uno tiene que hacer si la mina te da bola,
PD: No hay Cristhian sin Cyrano, ni los unos ni los otros sin Roxana. (Esa que bien la baila)
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Enrique Carlos
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domingo, 1 de agosto de 2010
en 15:20Abducida por la WEB
He recibido un mensaje de una escritora narrándome lo siguiente:
Estimado Enriquito (ese soy yo),
Estoy altamente contrariada. Escribí un mail para enviar a través de la lista de escritores. Lo volví a leer para verificar que no haya errores u omisiones. Al querer enviarlo, noté que faltaba la tecla grandota de Enter del teclado y en su lugar había un orificio redondo.
Al poner el dedo sobre él, sentí una suave succión. Jugueteo tontamente con esa leve sensación de vacío. Decido entonces oprimir mas fuerte esta curiosidad, por si más abajo se encontrara el mecanismo que hiciere funcionar el comando deseado.
Estando en este trámite, siento ser succionada integralmente, por lo menos en la esencia misma de mi ser, dejando tras de mi un cuerpo seco y desinflado. Siento como a través de ese agujero voy pasando a borbotones.
Del otro lado, en un mundo incomprensible, veo como mis partículas se van descomponiendo y convirtiéndose en unos o ceros. Hasta que dejo de ver con mis ojos, ya no me hacen falta para ver, ni ninguno de mis otros sentidos dependen de sendos órganos para sentir.
Ni mis dedos para digitar palabras, pues las mismas (éstas) se arman solo con el pensamiento. Envío mailes ya sin necesitar para ello más que mi voluntad. Sin notebooks, sin teclados, ni monitores.
(Cuando regrese a la tierra, o a esa dimensión de la que me "chuparon" verificaré si mis amigos del faceboock, o del Messenger, son de carne y hueso, o como yo, tan solo una energía "Colgada" de la web. )
Esta bien que de esta forma me ahorro regalos y presentes, y hectolitros de Tés, cafés, mates y otras infusiones, pero la verdad, Enrique, es que extraño; Extraño el saber de otros por una visita en persona, escuchar su voz más que leer correos electrónicos, besar una mejilla de verdad, y no a través de simpáticos emoticones. Los Extraño.
Ya no escucho el claketear de mi compu, porque no hace falta escribir. Descubro horrorizada que las palabras no son más que simples códigos, pesados, obsoletos e incómodos para transmitir pensamientos. Ahora pienso y los transmito de una forma... como decirlo?... Electrónica.
Toda la información la tengo a mis pies... (Cierto que no tengo pies) digamos al alcance de mi mano.... (Cierto que tampoco tengo manos), digamos que la información la tengo cuando la necesito. Si quiero viajar al Partenón, o a las pirámides de Egipto, me tomo un link a wikipedia, ahí trasbordo y me subo a otro que me deja en la esquina de cualquier lugar. Conozco gente que ya no es gente. Creo que los que antes fueron, ahora son solo pensamientos, (bueno, siempre y cuando hayan pensado). Pero no solo pensando es que se trasciende, hay que pensar, escribir y subirse a la web; sino no existís querido.
Algunas dudas me atacan, pero ante tantas certezas las dudas son entretenidas. No se si pienso, luego existo, o existo porque me piensan, pero así las cosas enny, espero volver a verte, a lo mejor me engancho en esos viajes en Pendrive que tanto andan promocionando por aquí y me doy una vuelta por tu disco rígido. Y de no ser así, recordá que no está muerto quién "P" lea. PPPPPPPPP jAJAJAJA
Saludos al resto de los escritores, deciles que te envíen poesía y cuentos a tu blog, que es preferible que quede registrado en la web su pensamiento, que cajoneado en el escritorio de aquellos que nunca lo van a publicar gratis.
Besos electrónicos, Byte, byte.
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Vanidades
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martes, 20 de julio de 2010
en 19:27Nicolás Mascardi – González Carey
EL SUEÑO DEL JESUITA NICOLÁS MASCARDI
Fernando González Carey
( Texto ficcional en el que se relata cómo el sacerdote jesuita Nicolás Mascardi sueña que ha llegado a la legendaria ciudad de los Césares en la Patagonia austral (llamada Lin Lin por los aborígenes), antes de ser sacrificado por habitantes originarios el 5 de Febrero de 1673, en cercanías del valle del río Deseado.)
…Sus pasos desacomodaban al acólito Domingo (1) y lo obligaban a apurar la marcha. Mascardi, con el rostro desfigurado y las manos como tenazas sobre el gastado crucifijo de plata que pendía de su cuello, avanzaba con trancos decididos .
Pocas veces se detuvo, y observaba siempre el Occidente clavado entre cumbres, y era entonces cuando postrado en tierra clamaba con voz entrecortada por la fuerza necesaria y la palabra justa que abriera las conciencias perturbadas de los poyas que cerraban su camino.
Mientras oraba, olvidado de la presencia de su fiel acólito, caía la tarde sobre el lago que filtraba sus aguas por el río Deseado y entonces creyó divisar murallas y fosos (2) donde el infinito bosque de lengas, ñires y cohiues manchaban el sector occidental de la cordillera tantas veces superada, tantas veces caminada. Oteó con suma atención ese rincón, advirtiendo dos cerros que vestían de diamante y de oro sus cúspides y, en ángulo, las siluetas de las cúpulas de las torres y los techos de las casas.
Mascardi subió atropelladamente un cerro cercano y abrió sus ojos para llenarlos de una nueva arquitectura de templos, innumerables avenidas, palacios, fortificaciones y puentes levadizos. Todo era magnífico para él y el oro vestía las calles. Una gran cruz coronaba la iglesia mayor y los sones de la campana eran una música de alturas celestiales. Descendió corriendo para dar la buena nueva de haber encontrado la ciudad encantada llamada Lin Lin por los aborígenes, cuando advirtió la presencia de un nutrido grupo de sus habitantes, altos, blancos y barbados que vestían capas y sombreros con plumas, de anchas alas.
Sus armas mostraban la bruñida plata y calidad de los aceros españoles. Mascardi, atónito, creyó escuchar sus cantos y alcanzó a gritarle a Domingo que no podía resistirse a que lo alzaran en andas y lo llevaran entusiastas hacia la ciudad fantástica.
Creyó haber llegado, haber recuperado esa ciudad que había intranquilizado el sueño de tantos españoles que llegaban al Río de la Plata, o que venían del Perú o estaban en Chile. La ciudad que tantas expediciones militares habían buscado a través de la pampa ya estaba decididamente encontrada. Le llamó la atención a Mascardi que lo habitantes fuesen los mismos que la edificaron hacía más de un siglo y que nadie naciera ni muriera en ella, que nada pudiera igualar su felicidad. Los que allí llegaban perdían la memoria de lo que fueron mientras permanecían en ella, y si un día la dejaban se olvidaban de lo que habían visto. Interrogando a sus moradores, supo que no es dado a ningún viajero descubrirla, aunque la estuviera pisando.
Una niebla espesa se interponía siempre entre ella y el viajero, y la corriente de los ríos que la bañaban alejaban las embarcaciones que se aproximaban demasiado. El padre Nicolás les explicó a los fantásticos habitantes los inútiles esfuerzos por encontrarlos, pero éstos le aclararon para su conocimiento que solo al fin del mundo se habría de desencantar la ciudad, por lo cual nadie debía tratar de romper su secreto.
Cuando Domingo se acercó con premura al padre Nicolás para informarle que no muy lejos había indios poyas con dudosas intenciones de aceptarlo, él se incorporó súbitamente y trató de dibujar la situación. Bien sabía que esos paisanos de narices agujereadas y colgantes de chapas de metal y chaquiras colgando, que no habían oído su predicación ni querían que anduviese por sus tierras cordilleranas enseñando la doctrina del santo evangelio, eran un obstáculo serio para proseguir con sus objetivos.
Acarició varias veces la cruz plateada que llevaba sobre su pecho, tomó su mochila y preguntó por Manqueunai, cacique fiel y baqueano sin cuyo concurso difícilmente hubiera podido llegar hasta Punta Vírgenes, en las puertas del Estrecho de Magallanes el año anterior, y ahora hasta esas regiones cercanas al valle del río Deseado.
Le recomendó la caja de ornamentos sagrados que llevaban y se postró en oración. La tarde de aquel 5 de febrero de 1674 lo encontró madurando en sus labios la misma súplica que elevó al cielo en oportunidad de iniciar su actividad apostólica en su Misión del Nahuel Huapi: “dichoso yo si lograra derramar toda mi sangre por Cristo y así fecundar esta tierra hasta ahora estéril” (3)
Notas
(1) Muchacho que acompañaba al sacerdote, con funciones de monaguillo. Fue quien rescató el cuerpo del jesuita para llevarlo a la isla de Chiloé (Chile). Finalmente, Mascardi fue inhumado en la ciudad de Concepción, pero sus restos se han perdido debido a un terremoto que sufrió esa localidad. Posiblemente por esta circunstancia, la Iglesia no ha querido iniciar los trámites de santificación del jesuita.
(2) La Ciudad de los Césares (también denominada LIN LIN) fue un lugar fantástico que intranquilizó el sueño de los conquistadores españoles que llegaban al Río de la Plata, venían del Perú o estaban en Chile.. El nombre de “Ciudad de los Césares” le vendría por el capitán Francisco César, a quien Sebastián Gaboto comisionó para que reconociese nuevas tierras. El relato vivido por sus protagonistas constituyó una de las génesis del mito de la Ciudad Encantada, que fue ubicada en lugares que iban desde las pampas hasta la cordillera atlántica y la Patagonia austral.
(3) Si bien el relato es ficcional, debe aclararse que la narración se basa en hechos históricos extraídos de libros de autores como Diego Rosales, Milcíades Vignati, Guillermo Furlong, Pedro de Angelis y Clemente I. Dumrauf entre otros. Al no tratarse el presente relato de un texto estrictamente histórico, el autor considera que no es necesario perturbar al lector con precisiones acerca de las fuentes consultadas.
Publicado por
Enrique Carlos
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